Informe XXVII FICValdivia (6): My Mexican Bretzel

Es desde el punto de vista de ella que conocemos y nos involucramos en los sucesos de esta pareja. La imagen, en contraposición al texto, son las grabaciones que hacía León Barrett a modo de filmación casera. Rara vez lo vemos a él detrás de la cámara: es Vivian, la vida social, el paisaje, el ámbito doméstico, el recuerdo de un viaje, lo que domina y configura visualmente el metraje en una posición tanto voyerista como íntima. Así, se produce una dualidad en lo narrativo: es tanto subjetiva en el texto como en las imágenes, pero desde puntos de vista distintos para cada uno.

My Mexican Bretzel es el primer largometraje de la directora española Nuria Giménez. De difícil catalogación, quizás podríamos situarla no con poca objeción dentro del género de ensayo fílmico, involucrando dentro de sus operaciones tanto elementos documentales como de ficción.

El film tiene como argumento el supuesto diario íntimo de la aristócrata Vivian Barrett. A partir de imágenes de archivo íntimo grabadas por su marido León Barrett, leemos a través de subtítulos el diario personal que Vivian escribía, donde ahondaba en sus conflictos, vivencias y reflexiones. Así, posterior a un accidente de aviación que sobrevive su marido en la Segunda Guerra Mundial, recorremos durante varios años el período de post guerra y cómo es vivida por esta pareja acomodada: él trata de insertarse en el mundo de los negocios farmacéuticos, le es infiel a Vivian, graba las imágenes que vemos, lleva una vida de hombre moderno. Ella reflexiona en su diario, se pregunta sobre el derrotero de su vida, lee a un filósofo indio cuyo diario encontró en el diván, le es culposamente infiel a su marido, se cuestiona el deseo sexual y padece de una enfermedad. El conflicto se sitúa en las reflexiones de Vivian, esa contradicción entre su deber-ser social y su inquietud íntima y la figura opresiva y enigmática de su marido, todo esto mientras gozan de la vida social aristócrata de Paris, Zurich o Nueva York.

La historia se encadena en una sucesión lineal de hechos, los cuales son narrados a través de los textos de Vivian, los cuales cobran aún más protagonismo en la medida que la película es en mayor parte silente, más allá de ciertos efectos sonoros. Son los subtítulos los que van orientando la narración, que sirven a modo de voz silente de Vivian Barrett. Es desde el punto de vista de ella que conocemos y nos involucramos en los sucesos de esta pareja. La imagen, en contraposición al texto, son las grabaciones que hacía León Barrett a modo de filmación casera. Rara vez lo vemos a él detrás de la cámara: es Vivian, la vida social, el paisaje, el ámbito doméstico, el recuerdo de un viaje, lo que domina y configura visualmente el metraje en una posición tanto voyerista como íntima. Así, se produce una dualidad en lo narrativo: es tanto subjetiva en el texto como en las imágenes, pero desde puntos de vista distintos para cada uno.

Pero, ¿quién es realmente Vivian Barrett? He ahí el dispositivo que ha implementado exitosamente la directora Nuria Giménez: el texto que se nos presenta es una ficción creada por ella. Las imágenes que vemos son las grabaciones que hizo el abuelo de Nuria (Frank A. Lorang) y que ella utiliza a modo de found footage. A partir de ellas Nuria ficcionaliza. Este gesto solo se revela al final, no obstante que dentro del mismo diario íntimo y el texto de la inexistente Vivian está recurrentemente presente la interrogante sobre la tríada verdad-ficción-narración.

Y acá la pregunta que se levanta es si la mentira revelada al final le quita veracidad a la narración y su efecto sobre nosotros. En esta contradicción entre imagen documental y texto de ficción, ¿qué nos queda? En una imagen distante y misteriosa de Ilse R. Ringier con lentes de sol (la abuela de Nuria Giménez sobre cuya imagen levanta el personaje ficticio de Vivian Barrett) ¿no se esconde también, y de forma real, el deseo sexual reprimido de una aristócrata bajo la sombra siempre amenazante de su marido? Incluso más importante: ¿no somos nosotros mismos quienes ante el silencio abrumante del film damos voz en nuestra mente al diario íntimo de Vivian Barrett? En ese sentido, My Mexican Bretzel presenta un dispositivo sumamente atractivo y envolvente, cargado de misterio y dudas que logra involucrarnos íntimamente, así como situar interrogantes sobre la propia significación de nuestras vivencias y sentimientos.

Así, no se trata tanto de la duda sobre lo real, de la veracidad de las imágenes, como de la forma en que damos sentido a nuestra vida a través de la narración y su ficcionalización. Tal como dice el también inexistente filósofo indio dentro del film: “La voluntad de creer es la mano del hombre que cuelga del precipicio y que se agarra a la única piedra que parece que puede salvarle. Sin embargo, siempre acaba cayendo”.

Título original: My Mexican Bretzel. Dirección y guion: Nuria Giménez Lorang. País: España. Año: 2019. Duración: 73 min.