Reporte inedit (1): Descendents, A Band Called Death, Made of stone #ineditnescafe

Es difícil saber qué es lo que hace de un documental musical un buen trabajo: muchas veces se trata de una buena documentación que establece vínculos con la historia cultural desde un hecho específico (NY77 the coolest year in the hell, Soul train the hippest train of america, Marley), otras se trata de algún personaje de interés (caso: The Punk Singer o Last days here), a veces de una buena historia argumental (Sugar Man, Anvil) y en contadas ocasiones – cada vez menos, desgraciadamente- pasa por el tratamiento innovador en las relaciones imagen/sonido/montaje (caso Let´s get lost, Instrument o Gainsbourg por Gainsbourg, Glastonbury). Mi sensación general con el formato es que parece estar en un punto donde ciertas formulas- del tipo “artista maldito rescatado y redimido por el documental”- están dejando de hacer efecto, así también, que si el formato –¿“género”?- no busca creativamente nuevas formas de abordar historias, alejado del cliché redentor o el fanatismo inocuo, y quizás alimentándose de buenas perspectivas de análisis y mejores tratamientos, pueda estar destinado a morir pronto.

Por supuesto, aquí mi mirada se divide entre mi fanatismo musical y cinematográfico. Pero lo cierto es que por mucho fuelle que le tenga a Descendents, Death o Stone Roses, me costó asumir sus documentales.  A Filmage: the story of Descendents fui con ganas de pasar un buen rato y de paso saber detalles de la historia de la banda teen-punk por excelencia de los ochentas, que marcó e influenció parte del hardcore melódico de los noventas, sentando un precedente no superado. Pues sí, el documental vía talking head testimonial y algo de material de archivo reconstruye la historia desde los tempranos Descendents pre llegada de Milo, el vocalista por excelencia de la banda, a quien está dedicada la caricatura de sus portadas. La historia es algo triste y conocida: un tipo empeñoso como Bill Stevenson que quiere llevar adelante la banda, una tropa de guitarristas y bajistas que van y vienen, un indeciso vocalista que está entre su carrera universitaria y la banda.  Milo se va, Stevenson lo intenta por años con su otra banda ALL que parece destinada a la comparación con Descendents y con la cual nunca logra el éxito. Cada vez que vuelve Milo se reforman Descendents y todos son felices hasta que se va de nuevo, esto a lo largo de…¿20 años?. El giro final llega a un Stevenson recuperado de una grave enfermedad y unos Descendents cincuentones tocando de vez en cuando en giras y en plena actividad, entre medio hemos visto las mil y unas desventuras de ALL en medio del paisaje alternativo de los 90s, y el intento de llevar a cabo un proyecto de banda que simplemente pague las cuentas. Cierto clima vociferante y superlativo respecto a Descendents llega hasta el hartazgo, así claro el toque explotation respecto a la redención de Stevenson, con llanto en cámara, nos deja un regusto televisivo e innecesario.

Con A band called Death me pasó algo similar, aunque es cierto que la historia tiene mayor interés. Death fue una banda de garage punk temprana compuesta por los hermanos Hackney hacia inicios de los 70s,familia de afroamericanos radicados en Detroit. La historia- once again- tiene por eje central la incomprensión  de su entorno inmediato y la frustración de los hermanos hasta disolver a la banda, dedicándose primero al rock cristiano y luego- dos de ellos, con el hermano genio de Death afuera- una banda de reggae llamada Lambsbread. David Hackney, el del concepto, se vuelve loco y se suicida Las cintas se pierden hasta que un grupo de coleccionistas, entre ellos Jello Biafra y Elijah Wood, la redescubren hacia el 2007, lo que crece hasta un culto universitario y lleva a la Indie Drag City records a editar el álbum perdido, el que es sencillamente genial. Vuelve el aire redencional, ahora los hermanos reggae- viejos- vuelven al garage, así también uno de los hijos hace una banda tributo. En la última media hora llega la hora de las lágrimas y el tributo general a David quien pasa de profeta a santo, por decir poco.

Lo de Stone Roses: Made of stone dirigido por el poco talentoso Shane Meadows, es otra cosa, es más bien un “fan documentary” por fans, para fans, y está alrededor del culto que los mismos Stone Roses fabricaron como estrategia en torno suyo- cosa que mal copiaron Oasis y que aprendieron de The Rolling Stones. Desde la parte más histórica ayuda a comprender parte de las influencias de la banda entre la psicodelia de los sesentas, el punk y la new wave, así también el impulso que dieron a Manchester  como “movida” en el marco del auge de la música electrónica, las drogas y festivales de música; las relaciones con la prensa musical- quienes estuvieron por lo general de su lado- y el imposible paso al segundo disco, cuestión que los encontró en pleno auge del britpop, el cual se esperaba que coronaran. La segunda parte del documental cuenta su reunión musical, luego de la reconciliación entre Ian y el resto de la banda. Meadows accede a los ensayos, y los Roses están “tiqui-taca”, intactos y mágicos, cuestión que se confirma en todas las presentaciones que realizan en vivo. El impacto en los fans es algo que se encarga por remarcar el director, recogiendo los testimonios de la forma en que marcaron sus vidas, vemos desfilando aquí cockneys devenidos padres de familia y ejecutivos cuarentones, entre otros.  Sin duda lo mejor del documental son las presentaciones en vivo, registradas con buen sonido y con un Ian Brown a sus ¿45 años?  soberbio, arrogante y encantador a la vez: “no quiero vender mi alma/ ya está dentro de mí/ quiero ser adorado”.

Iván Pinto