Proyecto fantasma (2): No hay nada resuelto

Quizás la lección más grande que nos deja la película, es la idea de que la vida, en su desarrollo social, es un absurdo. He ahí la aparición del fantasma como síntoma de lo informe. Pasa de la mera presencia a la violencia y luego al deseo

Por alguna razón, pareciera que el tiempo social que vivimos es el de un presente permanente. Incluso cuando grandes cambios acontecen a nivel geopolítico y el orden mundial se está reacomodando, la vida cotidiana, al menos para nosotros, transcurre sin atender a estos cambios drásticos. El futuro no es claro y tiende más hacia la distopía, y es por eso que quizá no se quiera pensar mucho en él. (Ni actuar por él tampoco). Después de todo, un individuo es insuficiente para mover los engranajes del mundo, pero, a la vez, su angustia existencial es cabal.

De los cambios en la vida, en un tiempo plano, es de lo que trata Proyecto Fantasma de Roberto Doveris lo que, de alguna forma, es una prolongación de algo ya esbozado en su primer largometraje Las Plantas (2015). Si el tema en la primera película era el paso de la adolescencia a la adultez, la segunda trata del paso de una adultez joven a otra adultez, una más estrecha y angustiante, más definitiva, donde la estabilidad y la independencia económica no están aseguradas y los años pasan sin una idea clara de lo que se quiere o se viene, aunque ya debería haber un proyecto de vida llevándose a cabo.

Ambas películas presentan algunos puntos de continuidad. Varios de los actores interpretaron papeles en la primera película de Doveris. Incluso el personaje de Sofía, interpretado por Violeta Castllo, podría ser una continuación biográfica de Florencia, protagonista de Las Plantas. La aparición de plantas a lo largo de la película también es un elemento reincidente, aunque reinterpretado como vida y no mera existencia. El animé también se hace presente, aunque no ya como algo meramente adolescente, sino como un elemento constitutivo del capital cultural del protagonista y —¿por qué no?— asimilado socialmente. 

No obstante, las películas plantean también una especie de contrapunto. Las Plantas se caracterizaba por sus tonos oscuros. Gran parte se desarrollaba en un ambiente lúgubre que realza la angustia y el miedo. En cambio, en Proyecto Fantasma hay un ambiente luminoso que sugiere algo esperanzador, lúdico; una especie de alegría de vivir rodeado de cariño. Todo lo anterior hace que el paso turbulento a esta nueva adultez sea menos lacerante y la angustia quede en algún punto solapada. 

Quizás la lección más grande que nos deja la película, es la idea de que la vida, en su desarrollo social, es un absurdo. He ahí la aparición del fantasma como síntoma de lo informe. Pasa de la mera presencia a la violencia y luego al deseo. Tan informe como el proyecto de vida de Pablo (Juan Cano), el protagonista, traducido en las ansias reiterativas de hacer una película que logre emocionar; o las propuestas derivadas de la astrología; o los centros de sanación new age para estructurar y explicar el mundo, mientras se mezcla todo con teorías conspiranoicas.

Por eso en el transcurso de Proyecto Fantasma no pasa nada. La película transcurre sin explotar nunca en un clímax, todo acontece en un equilibrio del absurdo que, de una u otra forma, se resuelve para bien, con hechos y encuentros que podrían tomarse como casualidad o destino, pero en verdad responden a una realidad mucho más prosaica. Porque al final, que Pablo cumpla con su sueño depende, más que de su talento o mérito, de agradar a Antonia (Ingrid Isensee), una actriz de clase alta que también ha derivado en influencer. 

Hasta cierto punto la materialización de los proyectos de vida está en manos de una clase alta que se deja, de vez en cuando, conmover. Sin embargo, esta misma clase, se podría entender según la película en una singular muestra de humor negro, expresa una desconexión con la cultura de masas y una naturaleza discriminatoria cuando se refieren a Fernando Castillo, quien actúa prácticamente de sí mismo. Es quizás esta la muestra más pesimista del presente permanente. La vida cotidiana cambia, no siempre con grandes dramas, muy a menudo de manera flemática, pero la arquitectura que sostiene el presente sigue ahí, intacta.  

 

Título: Proyecto fantasma. Dirección y guion: Roberto Doveris. Producción: Roberto Doveris, Aura Sinclair. Fotografía: Patricio Alfaro. Montaje: Sylvana Squicciarini. Elenco: Juan Cano, Ingrid Isensee, Violeta Castillo, Fernando Castillo, Claudio González Ravanal, Sofía Oportot. Casas Productoras: Niña Niño Films, Agencia Rekia. País: Chile. Año: 2022. Duración: 97 minutos. Idioma: Español. Disponible en MUBI y cines selectos.