Editorial: ¿Qué es la crítica de cine?

Luego de un año de exploración en términos de formato y casi seis meses de silencio, El Agente Cine vuelve al ruedo, con una renovada metodología de publicación. A modo de números mensuales, el sitio pretende continuar con lo que ha sido su propósito fundamental desde su creación: abrir un espacio para la reflexión en torno al cine y el audiovisual, centrando sus esfuerzos en la discusión y el debate que el texto crítico permite.

Comenzamos con una disculpa: cuando un texto se titula con una pregunta, es natural pensar que el contenido del mismo, al menos, ensayará una respuesta. No es el caso. Esta columna se contenta con abrir una conversación, con presentar una perspectiva.

Su motivo es simple: luego de un año de exploración en términos de formato y casi seis meses de silencio, El Agente Cine vuelve al ruedo, con una renovada metodología de publicación. A modo de números mensuales, el sitio pretende continuar con lo que ha sido su propósito fundamental desde su creación: abrir un espacio para la reflexión en torno al cine y el audiovisual, centrando sus esfuerzos en la discusión y el debate que el texto crítico permite.

Con una labor ininterrumpida desde su fundación en 2012, El Agente puso especial énfasis en la crítica al cine chileno y la cobertura de los principales festivales de cine que tienen lugar en el país. Esto sin descuidar algunos de los estrenos más llamativos de la cartelera tradicional, el streaming, o series destacadas. A la vez, entrevistas y columnas de opinión combinaron la preocupación cinéfila con la contingencia política nacional e internacional, destacando las series sobre la obra de Raúl Ruiz o el conjunto de columnas escritas a propósito del estallido social o la pandemia.

Ahora, por primera vez en su recorrido de ya más de una década, el proyecto entraba en un estado criogénico. Agotamientos, derrotas políticas, trayectorias personales divergentes, o la dificultad para autogestionar proyectos culturales en el país, se combinaron para obligar una pausa. Este periodo nos exigió hacernos muchas preguntas sobre lo que significa escribir crítica de cine en un medio digital en Chile. A ratos, un pesimismo paralizante nos hacía dudar si valía la pena continuar con el proyecto. Momentos más alegres invitaron a cuestionarnos qué películas queríamos discutir, qué circuitos de exhibición nos motivaban a pensar el audiovisual contemporáneo, a qué apuntar cuando afirmamos que nos dedicamos a la crítica de cine. La pausa nos invitó también a replantearnos nuestra identidad; con qué públicos queremos dialogar, qué tipo de crítica es la que nos interesa defender. De esta reflexión surgieron dos certezas: que la crítica de cine no es una sola, y que en su diversidad caben infinitos tonos, acercamientos y distancias. Queriendo problematizar esta diversidad, y sin la intención de cerrarnos a una definición unívoca, optamos por reestablecer nuestra posición. Para esto fue de gran ayuda volver a nuestros orígenes.

El Agente surgió en un momento de particular expectativa para el cine nacional. El novísimo cine chileno comenzaba su proceso de legitimación internacional; varias cintas lograron importantes premios en festivales europeos y nominaciones a los Oscars. A la vez, y en paralelo a una agitación política creciente que toma vuelo en las protestas estudiantiles de 2011, jóvenes realizadores y realizadoras comenzaban a mostrar un paulatino interés por temáticas sociales específicas, como la discriminación contra la comunidad LGTBIQ+, la crisis de los cuidados, extractivismo y crímenes de odio, entre otros.

En ese presente, se observaba un vacío a la hora de criticar y reseñar cine chileno “menor” —en términos de presupuesto, distribución, etc.—, y también, lo que estaba pasando en los festivales de cine nacionales. En este sentido, había un lugar por ocupar para desarrollar una crítica estable en el tiempo, y propositiva en el análisis. Sin tanta presión por discutir la inmediatez del estreno, la propuesta incluía abrirse a una multiplicidad de voces que querían hablar de cine, cada una con un sello particular, gustos y preferencias que, fundiéndose en una comunidad, configuraran un proyecto de escritura amplio y enriquecedor.

Hoy el panorama es distinto. Si bien el cine local ha continuado un camino de expansión formal y narrativa —a la vez que continúa lidiando con dificultades productivas e institucionales—, en términos más amplios, la arrolladora aparición de los servicios de streaming y la omnipresencia de las redes sociales exige volver a pensar cómo consumimos, hablamos y escribimos sobre cine.

Parte de las dificultades que nos condujeron a este año y medio de turbulencias tiene que ver con esta cuestión: ¿cómo congeniar la crítica de cine con el reel de Instagram o el video viral en TikTok? ¿Son esas expresiones —muchas veces centradas en encontrar conexiones polémicas o los llamados easter eggs— formas menos válidas de enfrentarse al cine que la crítica tradicional? ¿Estamos defendiendo una forma de escritura en claro camino a la extinción? ¿Tenemos que comprometer algo para cazar uno o más likes? Las preguntas suman y siguen.

La tercera certeza es que resulta inoficioso atrincherarse en una suerte de colina moral de la escritura crítica, reclamando alguna suerte de superioridad intelectual en nuestro quehacer. Sin que lo anterior nos impidiera plantar bien los pies en donde queremos hacerlo, decidimos darle continuidad al proyecto. Porque pensamos que aquel vacío diagnosticado en 2012 sigue requiriendo atención, y enfrentarlo desde una comunidad de escritura es una respuesta plausible, más allá de que el contexto haya mutado al punto de motivar todos estos cuestionamientos.

Optamos por la periodización espaciada a modo de números mensuales por varias razones. Algunas de ellas son estrictamente prácticas, vinculadas a la conjugación de tiempos y voluntades colectivas. Al mismo tiempo, nos ayuda a situarnos en el lugar donde nos sentimos más cómodos, dándole tiempo a los textos de tener su vida propia en las atochadas carreteras del mundo digital, para que se desplacen a la velocidad que les sea más propicia. Confiamos que este formato también seguirá apoyando otro de los fundamentos centrales del proyecto; ofrecerse como plataforma para nuevas plumas que se interesen en escribir sobre cine y el audiovisual actual, un lugar de exploración y aprendizaje. 

Finalmente, este formato también nos permitirá trabajar objetivos específicos para cada número. Esto permitirá agrupar miradas y opiniones sobre temáticas y corrientes determinadas en un conjunto de críticas individuales, que se conjuguen en un trabajo colectivo.

En definitiva, nos entusiasma mucho poder inaugurar una nueva etapa para El Agente Cine, para nada exenta de incertidumbres, pero que contiene también la potencia de seguir siendo un aporte al medio cinematográfico nacional. Muchas de las preguntas que nos hicimos en los últimos meses siguen en el aire, mientras otras se desdibujan en un sinfín de respuestas posibles. Confiamos en que la continuidad de nuestro trabajo haga cada vez más claro el panorama.

Con esta son ya cuatro certezas, lo que tampoco es poco.