Eduardo “Teddy” Williams: Ir a lo extraño

Con sólo algunos cortometrajes a su haber la obra de Eduardo “Teddy” Williams, a quien se le dedicó una muestra en el pasado XXI Ficvaldivia, da muestra de originalidad, fuerza visual y la clara impronta de una búsqueda formal y temática vinculada a los espacios, el movimiento y los cuerpos adolescentes. De una extraña belleza, cierta vinculación con la improvisación y el registro documental han ido plasmando también un retrato de las juventudes contemporáneas.

Tus obras tienen estructuras muy libres y también frescura respecto a movimientos de los actores y cámara ¿Como trabajas la relación escritura- planificación y rodaje?

Por lo general a la hora de escribir suelo tener ya una idea de cómo quiero que sea la relación entre los actores y la cámara, los movimientos, sus variaciones o interrupciones suelen servirme para generar distintos balances o contrastes con otros elementos de las escenas. Como la mayoría de las veces no conozco en persona los lugares en los que filmaré, estas ideas son una intención que luego se confirma o modifica una vez en el lugar. La mayoría de las veces filmo el mismo día en el que conozco la locación en persona, por lo que los movimientos finales se dan en ese momento, intentando que la cámara y los personajes sigan solamente ciertos puntos importantes, sin querer controlarlo todo. Creo que esta combinación de urgencia y relajación en el rodaje pueden dar este resultado del que hablas.
¿Desarrollas tus ideas a partir de espacios concretos? ¿Cómo te vinculas previamente con ellos?

En los primeros cortos las ideas nacían a partir del descubrimiento de ciertos lugares a través de internet y de su combinación con espacios de mi vida cotidiana. Estos me permitían imaginar a su vez ciertas relaciones con los personajes, la cámara y los diálogos y así se formaba la película. Al avanzar con los cortos fui buscando combinar espacios conocidos con espacios desconocidos y poco previsibles para mí, donde la imaginación estaba menos conectada al lugar concreto y la relación entre estos en el día del rodaje era un poco más imprevisible, aumentando así la posibilidad de que sucedan cosas que yo no podía imaginar. En Tôi quên rồi!  (2013) fue donde lleve esto al máximo, filmando todo en lugares que no conocía y con personas que hablaban un idioma difícil de descifrar, esperando así poder ejercitar nuevas maneras de mirar a las personas y sus lugares y quedando a su vez más abierto a la comunicación con ellos.

 Comentaste durante la charla que te interesan los códigos cerrados entre amigos …

Muchas veces me he encontrado dentro de grupos de amigos a los que no pertenecía, en Argentina y luego en otros países. Creo que he sentido en esos momentos algo similar a lo que me gusta sentir cuando voy al cine, el hecho de entender y no entender al mismo tiempo, observar una situación cotidiana para ellos y extraña para mí, me sirve como ejemplo de la multiplicidad de puntos de vista disponibles en todos lados. El mundo de los jóvenes es aquel en el que paso más tiempo y supongo que eso me ha hecho pensar que puedo representarlo de alguna manera particular. Me interesa este mundo porque siento que sirve para representar y compartir mis ideas y sentimientos.

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Pude ver un puma (2011) parece suceder en un tiempo indeterminado, entre un tiempo vinculado a la adolescencia y cierto clima apocalíptico ¿cómo surge esto?

Creo que esta relación entre adolescencia y apocalipsis tiene que ver con como he vivido yo mi adolescencia. No lo pensaba así a la hora de crear la película, pero creo que me interesó compartir este punto de vista en la estructura del corto, el hecho de vivir la destrucción como algo normal, poco terrible y que no significa el final absoluto, para continuar sin reparar demasiado en ella sino en busca de alguna cosa a la que se puede llegar pero que igualmente es probable que dispare una nueva interrogante. Pienso que construí la estructura en base a eso, pero esperando que las imágenes permitan otros puntos de vista.

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J´ai oublie termina con un plano impactante ¿Cómo lo filmaste? ¿Cómo llegaste a los chicos que hacían Parkour? ¿Por qué elegiste Vietnam como espacio?

Ese plano lo filmé atando la cámara a globos inflados con helio y dejando que el viento se los llevase, finalmente recuperé la cámara con una tanza de pescador muy larga que estaba atada a la misma. Había visto gente haciendo cosas similares por internet y me pareció útil como elemento de cambio y continuidad, y al estar conectado al relato, como posible generador de preguntas. A los chicos los contacte por Facebook, escribí Hanoi y luego de buscar un poco encontré un grupo de chicos que hacían parkour, el cual ya me interesaba desde antes. Una vez allí, los conocí y tras explicarles lo que quería hacer tuve la suerte de que algunos de ellos estuvieran tan abiertos a compartir conmigo sus grupos de amigos y lugares, como a incluir en ellos ciertas situaciones totalmente ajenas. En el medio del rodaje conocí a un chico que hacía taxi en moto y me pareció bueno que se conozca con el personaje que ya estaba y luego partir con él.

A Vietnam quise ir porque luego de filmar en Sierra Leona, me quede con ganas de filmar en un lugar extraño para mí, pero con más libertades, en cuanto al guión, a la cámara y a la estructura de rodaje. Luego pensé que podría ser útil el hecho de no entender ni las palabras ni los tonos de la lengua, esperando que esto me de una manera diferente de mirar las situaciones. También pensé que en las traducciones que hagan ellos de mis explicaciones y las que pueda hacer yo posteriormente de sus diálogos se podría generar algo interesante entre lo que se pierda y lo que se gane. Preguntando a amigos contacté a personas en Vietnam que se interesaron en el proyecto. Así es como sin averiguar demasiado sobre el lugar partí a la aventura. Creo que me llama la atención encontrar una relación misteriosa entre lo conocido y lo desconocido, difícil de explicar en palabras y tal vez posible de compartir en la película.