No estoy loca: ¿Mujeres contra el mundo?

Junto al largometraje Sin filtro (2016), No estoy loca viene a formar parte de una trilogía en curso que su director Nicolás López ha titulado como “mujeres contra el mundo”. El filme tiene como protagonista a Carola (Paz Bascuñán), una mujer que bordeando las cuatro décadas de existencia se intenta suicidar luego de enterarse -por partida triple- que su cuerpo es infértil, su esposo la engaña con su mejor amiga, y que esta última se encuentra embarazada producto de la relación extramarital. La protagonista sobrevive luego de lanzarse del balcón de su hogar, siendo posteriormente internada en un psiquiátrico de lujo, espacio en el que deberá convivir con personas a la cual ella adscribe con suma liviandad el rasgo de “loca”.

El filme oscila entre la comedia y el drama, operando mediante fórmulas que López ha utilizado recurrentemente a lo largo de la filmografía. Los recursos más evidentes corresponden a la creación de personajes profundamente estereotipados y monotemáticos, como en este caso es la madre de la protagonista, que resulta incapaz de pensar más allá de la reproducción de su hija. Estos personajes estructuran el humor en torno al insulto, buscando hacer reír al espectador mediante expresiones propiamente chilenas, las cuales son canalizadas mediante gritos en solitario o hacia el resto de los personajes. Es como si el humor de López se buscase sostener subiendo el volumen del filme, ejercicio que resulta imposible de alargar durante toda la película producto del formato propio de un largometraje.

En los momentos que los personajes dejan sus histrionismos, el filme cede a una atmósfera fallidamente dramática, en donde Carola toma consciencia de la superficialidad de sus relaciones, la ausencia de voluntad propia y la necesidad de reconocer que tiene defectos como todo ser humano. La imposibilidad de generar un ambiente dramático se debe en parte a la tesis sostenida por el filme, bajo la cual el hecho de que todos tengamos problemas significa que todos estamos “locos”. Aquello termina por banalizar el sufrimiento de Carolina, impidiendo generar algún tipo de empatía por parte del espectador con sus problemas.

Haciendo gala una de las profesiones predilectas de los protagonistas de sus ficciones, López preparó el estreno de No estoy loca por medio de una fuerte campaña publicitaria en redes sociales y cines. La publicidad buscó posicionar al filme como una valiosa contribución para el género femenino. Así, el estreno del largometraje en Chile fue realizado exclusivamente ante la presencia mujeres, siendo incluso catalogado por otros medios como un producto que busca “demostrar el empoderamiento femenino y cómo las mujeres salen adelante a pesar de las adversidades.

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Pese a los esfuerzos panfletarios de dotar de sensibilidades femeninas al filme, los discursos contenidos en la trilogía en curso se oponen radicalmente a dicha intención. Las mujeres de Nicolás López son mujeres profundamente débiles que ostentan una fuerte dependencia emocional de sus parejas. Mientras que en Sin filtro es un terapeuta chino con rasgos de charlatán quien opera como guía espiritual, en No estoy loca es un psiquiatra con acento español el que le hace ver la diferencia entre deseos propios y ajenos. Si bien es innegable que las protagonistas de López evolucionan y cumplen la clásica promesa de transformación del personaje principal “superando las adversidades”, este cambio siempre ocurre bajo el alero de alguna figura masculina que les entrega las directrices sobre cómo deben o no tomar sus decisiones.

Una de las mayores dificultades para otorgarle un valor reivindicativo para el género femenino se debe a la deliberada superficialidad de sus personajes. Los personajes femeninos y masculinos se desenvuelven en capas tan triviales que resulta imposible caracterizarlos y profundizar en sus personalidades. Así, por ejemplo, no se ve dificultad alguna para que algún personaje secundario -el mismo Ariel Levy, quien en este filme es funcionario del psiquiátrico y a su vez protagonista en las anteriores Promedio rojo (2004) y Qué pena tu serie (2015)- haya actuado como el protagonista de No estoy loca. En este sentido, no se identifica algún giro discursivo en relación a sus largometrajes pasados que posicionan a los hombres en el centro de la cámara.

Si bien el Test de Bechdel puede servir como base para conversar sobre brechas de género en el cine mediante la exigencia de requisitos que incluyen la presencia en el filme de dos o más mujeres, que estas hablen entre sí y que la conversación no gire en torno a un hombre, esto corresponde solo a un piso mínimo para la discusión. El hablar de una trilogía sobre “mujeres contra el mundo” requiere propuestas estéticas o narrativas que visibilicen, exploren o profundicen temáticas en torno a las mujeres.

Hace algún tiempo François Truffaut apuntó que la primera pregunta que todo cineasta debiese formularse: ¿cómo expresarse de una forma puramente visual? Las imágenes construidas por López en este sentido parecieran no tener deseos de explorar nuevos formatos ni narrativas, buscando más bien alinearse con un tópico contingente que hoy en día se encuentra tanto en el debate político como fílmico. La ausencia de un lenguaje audiovisual lleva a cuestionarnos en este caso la necesidad de realizar un filme, pudiendo resultar mejor quizás escribir algún libro para este tipo de propuesta, de esos al estilo de Osho que el director tanto se burla en su película.

 

Nota: 2/10

Título original: No estoy loca. Dirección: Nicolás López. Guión: Nicolás López, Guillermo Amoedo. Fotografía: Antonio Quercia. Reparto: Paz Bascuñán, Ignacia Allamand, Ariel Levy, Ramón Llao, Fernanda Urrejola, Antonia Zegers, Loreto Aravena, Gabriela Hernández, Carolina Paulsen, Marcial Tagle, Alison Mandel, Luis Pablo Román, Josefina Cisternas. País: Chile. Año: 2018. Duración: 116 min.