En la gama de los grises (Claudio Marcone, 2014)

Bruno (Francisco Celhay), un joven y exitoso arquitecto de clase media alta se encuentra en pleno proceso de separación y en una aguda crisis personal, cuando conoce a Fer (Emilio Edwards), un profesor de Historia con quien debe realizar un proyecto sobre Santiago. Bruno, como ya adelanta el título, se siente atraído por Fer, y aunque llegan a concretar algo, no termina por decidir tener una relación con él, y abiertamente “salir del clóset”, como se dice coloquialmente. Las razones para ello se van mostrando en la película, pero entre ellas, está el juicio social, público al hecho de ser homosexual, por otro, la auto-exigencia de Bruno e insistencia en cumplir para sí mismo un rol perfeccionista, exitoso y sin fisuras. Del lado de Fer se presenta un contra-arquetipo, se trata de alguien que vive su sexualidad con naturalidad, así también, parece alguien con menos “trabas” sociales y afectivas. Bruno encuentra en él, como es de esperarse, un complemento y momentos de felicidad que parecen ausentes en su vida. Del lado familiar tenemos a Soledad, su esposa (Daniela Ramírez), quien pasa por una depresión, el hijo de ambos que se encuentra asimilando la separación y, finalmente, el abuelo (Sergio Hernández) quien cumple un rol paterno y receptivo.

El extremo cuidado y reiterada atención a los detalles de dirección de arte hacen del inicio de este filme una narración algo aletargada y, a momentos, no solo predecible sino sumamente cliché en sus giros y presentaciones, aumentando de interés en la medida que avanza el filme con más de un acierto. Entre ellos está el delineamiento de la psicología de Bruno y una interpretación ad-hoc de Celhay, en la que queda claro que el conflicto central depende no tanto de factores externos (el apoyo familiar, el prejuicio social) como de internos (auto-exigencia, rol de género, trabas afectivas), lo que posee también un correlato en su relación matrimonial y la frustración de expectativas familiares. Por otro lado, está el tema vinculado a la ciudad de Santiago. El filme destila vocación urbana en los trayectos de Bruno y Fer en bicicleta y la construcción de un proyecto vinculado al frustrado puente Cal y Canto y sus ruinas. De aquí una de las metáforas centrales del filme en relación a los distintos “puentes” sociales (de clase, de espacios urbanos, un frustrado proyecto social de integración) y afectivos (autoaceptación, encuentro con el otro).

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Aunque el filme logra salir de los estereotipos, generando personajes con matices y líneas que no se quedan en la superficie (el caso más claro el de Soledad, la esposa, quien se luce con un monólogo al cierre), lo cierto es que narrativamente sus recursos son sensibleros, teñidos de un cierto romanticismo demodé, algo naive, rayando en la autoindulgencia cinematográfica. Lo segundo es de orden ideológico: el filme se centra en la auto-aceptación y apertura a un mundo (“la diversidad”), pero, en lo estrictamente social, se ofrece la imagen “positiva” de una homosexualidad de clase media-alta, sin conflictos, una vez que se ha “cruzado el puente”. Lo cierto es que la visión de la homosexualidad, en contraste con otros acercamientos locales, parece algo edulcorada e ingenua, incluso, diríamos, a destiempo respecto a las transformaciones y cuestionamientos desde la esfera pública. Así visto, sin grandes riesgos narrativo-formales, ni en el enfoque temático, la película queda ella misma en una amplia “gama de grises”.

 

Nota comentarista 5/10. Promedio del blog: 4.5/10. Título original: En la gama de los grises. Dirección: Claudio Marcone. Guión: Rodrigo Antonio Norero. Fotografía: Andrés Jordán. Montaje: Felipe Gálvez. Reparto: Francisco Celhay, Emilio Edwards, Daniela Ramírez, Sergio Hernández, Matías Torres, Marcial Tagle. País: Chile. Año: 2015. Duración: 98 min.