Habeas Corpus (2): El archivo impreciso

Vi este documental en su pre-estreno en la plaza de la Constitución, delante de La Moneda, con la pantalla dispuesta ante su frontis. Desde la posición de los espectadores el espectáculo era, si se me permite imaginar un símil, una suerte de metaimagen (como aparece en la foto de arriba) en que el marco del edificio reencuadraba la imagen del centro, es decir, la pantalla. De esta manera, como una suerte de montaje horizontal entre el espacio de exhibición y la película exhibida, el sitio real impedía despegar el contexto concreto, pero también histórico y simbólico de La Moneda, del relato audiovisual sobre la historia de la Vicaría de la Solidaridad.

El contexto de la exhibición era utilizar la plataforma del programa MIRADOC para el lanzamiento público de la campaña de “Difusión y compromiso de audiencias Educación en derechos” organizada en conjunto por el Ministerio del Interior y la Fundación Salvador Allende. Asimismo la campaña contempla la exhibición itinerante del documental, su discusión por parte del público y la inscripción de firmas para ella. Queda claro que el fin de Habeas corpus, más allá de su valía implícita en tanto film, es constituir una mediación informativa y formativa respecto a la historia de los derechos humanos en Chile.

Los realizadores han señalado que su origen se establece durante la revisión de materiales de archivo pertenecientes a la Vicaría mientras preparaban La ciudad de los fotógrafos (2006). La inmensa cantidad de documentos, sus distintos formatos, su método de elaboración y acopio y, obviamente, la finalidad legal que tuvieron en su momento los animó a contar la historia y entrevistar a los individuos que participaron en el desarrollo de esa institución. En este sentido los realizadores se transformaron en investigadores (cinematográficos) de otros investigadores (los trabajadores de la Vicaría), distanciados temporalmente con preocupaciones diferentes: a los primeros les preocupa retratar un cometido y crear memoria, mientras que a los segundos les ocupó establecer circunstancias, hechos y relaciones destinadas al amparo legal y la ejecución de la justicia, el debido proceso a quienes eran víctimas del aparato represor de la dictadura.

Habeas corpus cuenta cómo se formó la Vicaría, principiando la dictadura a instancias del cardenal Silva Henríquez, y realiza un repaso cronológico por los casos más llamativos que enfrentó, como el de los cuerpos encontrados en hornos de Lonquén o los degollados Nattino, Guerrero y Parada. Pronto se establece un paralelo entre la estructura ordenada propia de un relato y la necesidad de organización necesaria para establecer y desarrollar el cometido de cualquier institución. Antes de pasar a contar los casos el documental establece como se organizaba y funcionaba la Vicaría, lo que poco a poco va dando cuenta de la urgencia para ordenar y disponer la información, cada vez más abundante, que se iba registrando y los medios para llevar esto a cabo. Los pormenores son relatados por miembros importantes de la institución como Javier Luis Egaña, Gustavo Villalobos, Daniela Sánchez, Héctor Contreras o Norma Rojas sentados ante un escritorio -donde a veces se les hace manipular una máquina de escribir- en un set vacío y oscurecido, destacando el contraste entre la sobria puesta en escena de sus testimonios respecto de las imágenes de archivo, fijas o en movimiento, notorias en su descripción del inmenso acopio de información archivada en las oficinas y el transcurrir de personas, tanto funcionarios como denunciantes, que también atiborraban las dependencias.

La formalización del archivo, su inherente constitución organizativa, su posibilidad de acceso y manejo, su capacidad de almacenamiento y distribución de la información acumulable son algunos de los aspectos que destaca el documental en lo referente a la estructura interna de la Vicaría, más allá de la historia o recapitulación de eventos relativos a la violación de derechos humanos en los que se involucró. Un ejemplo significativo en este sentido se relaciona con la disponibilidad tecnológica de esos años. La imposibilidad de contar en esa época con recursos técnicos ahora imprescindibles para mantener un archivo, hablo de la red computacional inmaterial que ahorra y facilita espacio, tiempo y manejo archivístico evoca un esfuerzo e inventiva que parece casi heroico en sí mismo, aunque dependiente del destino al cual servía. La imagen de un gigantesco pliegue de papel donde se transcribía la información de datos aparece ante nuestros ojos tan amplio, inabarcable y precario como la tarea de resguardar a un detenido en el territorio real de la capital o de todo el país, mientras que en cambio en nuestros días apenas basta la inmediatez corregible del formato excel para mantener registros sin mayor esfuerzo. En un momento Egaña dice que para enfrentar al poder dictatorial hacía falta otro poder institucional, de ahí la importancia de la locación de la Vicaría en pleno centro de Santiago -el palacio arzobispal en la Plaza de Armas-, abierto a cualquiera que quisiese entrar; a eso habría que añadir la capacidad organizativa y ejecutiva de tal institución como una de sus fortalezas indispensables, como demuestra Habeas corpus.

Junto con eso, otro foco de interés es el testimonio acerca de la vida privada de los funcionarios al interior de la Vicaría, sus buenos y malos momentos, su resiliencia para sobrellevar el trabajo, sus momentos de dispersión y relajo, como muestran las imágenes de una fiesta, con ellos disfrazados y cantando. En cambio el documental se resiente por una pérdida de ritmo en la segunda mitad, cuando se centra principalmente en los casos y en su cierre, que se siente algo abrupto. Este foco, el de los hechos, el que supuestamente debería ser el más interesante en lo narrativo y emocional, dado que fue ahí donde se jugó el sentido de la labor de la Vicaría, parece estar dejado solo a su valor informativo, evidenciando el carácter didáctico que se impone al contar una historia como ésta. Cumplir con eso ya es suficiente, pero resulta una lástima que Habeas corpus no hubiese sistematizado algunos elementos que lo conformarían como un mejor documental conjugando la importancia del tema con un tratamiento más elaborado y reflexivo.

En un principio parece que va por ese camino, con el antecedente de la secuencia del genérico (los créditos iniciales) que intercala una banda sonora con sonidos del golpe de estado con imágenes de una puesta en escena constituida por juguetes de soldados, gente, tanques, autos recreando el imaginario de la dictadura. A medida que avanza la película este ingenioso procedimiento se pierde y se le echa de menos. Pienso que hubiera sido una delicia para un director como Errol Morris. Lo mismo pasa con la disposición de las entrevistas, el escenario sencillo y sobrio que señalamos más arriba no es explotado en mayores posibilidades como lugar de la enunciación en primera persona y fuente narrativa, pasando a recaer prontamente en el clásico y funcional plano de un sujeto que va desde los hombros a la cabeza (más conocido como talking head). Este recurso, por lo general muy usado en documentales, resulta predecible y cansador cuando es muy recurrente, dependiendo bastante de que la excepcionalidad, la grandilocuencia de quien aparece en el encuadre y la información que profiere se sobreponga al mero funcionalismo. Pero en este caso no se cumple más que con esto último.

A la larga Habeas corpus destaca por su acercamiento a una historia que valía la pena ser contada y, en relación con ella, por venir a reforzar el reconocimiento por la labor en defensa  de los derechos humanos en nuestro país, percibiendo la importancia histórica y social de estos. Aunque, si nos restringimos exclusivamente al campo cinematográfico, por el lado de la historia del documental chileno solo representa ser, me temo, una película más.

 

Habeas Corpus. // País: Chile. // Año: 2015. // Duración: 83 min. // Dirección: Claudia Barril, Sebastián Moreno. // Guión: Claudia Barril, Sebastián Moreno, Nona Fernández. // Fotografía: Sebastián Moreno. // Montaje: Sebastián Moreno. //Formato: Digital – color.