Avengers Endgame: El descanso de los héroes

Por Jose Parra y Consuelo Banda

Vivimos en una época gobernada por los superhéroes. La industria del entretenimiento apostó todas sus fichas a los vaivenes de súpermujeres y súperhombres enmascarados provenientes de las historietas, y triunfó. Un producto de nicho convertido en economía global. El cine y el cómic se retroalimentan en una producción que tiende al infinito, porque saben que no es un tema generacional, sino que cada generación termina adaptándose a ellos, con personajes que salen y entran, son enterrados y vuelven a renacer, cambian de género, color de piel, pero mantienen una esencia y una relevancia dentro de un universo. Avengers: Endgame es la cima de la franquicia que hasta ahora se ha posicionado como la más grande, el Marvel Cinematic Universe, propiedad de la Walt Disney Company, la primera real amenaza del monopolio cultural a escala mundial. Cines del mundo se entregaron por completo a este estreno. Cientos, miles de copias repartidas por los cuatro rincones del reino, donde hubo que ingeniárselas, por un par de semanas, para ver algo que no fuera esto.

Su esperada entrega final, cierre del monumental ciclo narrativo que contó con más de 20 películas en poco más de una década, se perfila como destinada a romper todas las marcas de taquilla. Se trata de una cinta que promete volverse paradigmática al menos en dos sentidos. Por un lado, en cómo a partir de esto se establecerá la vara con la que se entenderá la épica, la aventura, la acción y la duración de las franquicias. Por otra, para atestiguar la potencia con la que Hollywood es capaz de marcar pauta global a partir de sus términos, estableciéndose como avanzada cultural, imagen de referencia internacional, con figuras, discursos e ideologías del bien -su bien- que buscan modelarse como definitivas.

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Entonces, la mesa está puesta para que haya un antes y un después de Endgame en la industria. Una de las principales intrigas que se generan tiene que ver con cómo será lo que viene. Hasta aquí, el MCU ha tendido menos a contar historias que a acumularlas. Cada personaje protagoniza al menos dos -pero comúnmente tres- películas, donde en muchas de ellas poco y nada se avanzó en la trama central. Llegado finalmente al desenlace, parece justo preguntarse qué pasará ahora, y si vale la pena detenerse. Porque hasta la fecha no hay señales claras de agotamiento, pese a que este sea un mal siempre latente. No obstante, la escala productiva, que permite un estreno tras otro, ofrece constantemente la posibilidad de la redención: un actor que no funciona es reemplazado, un director que no llena el gusto de los fanáticos es despedido, y así.

Pero no queremos adelantarnos, pongamos el análisis primero en contexto. La película corresponde a la continuación de Avengers: Infinity War, que ya había enfrentado a Los Vengadores contra el titán Thanos, un ser de inmensa fuerza con la ambición de controlar las seis gemas del infinito. Dichas piedras, como habíamos visto a lo largo de la franquicia, acumulan el poder del Big Bang y son capaces de modificar la naturaleza de la creación a voluntad. Luego de una seguidilla de infortunios, Thanos logra hacerse de las gemas y de su inmenso poder para completar su propósito: aniquilar a la mitad de los seres vivos del universo. Así, los recursos naturales, siempre escasos, podrían ser equitativamente administrados para asegurar el bienestar de los sobrevivientes. El tratamiento de este ambivalente problema -que comúnmente es presentado de una manera más psicótica y poco racional, a diferencia de este caso- transformó a Thanos prácticamente en el protagonista de esta película, una jugada arriesgada y atractiva para este tipo de superproducciones.

Endgame comienza con los héroes restantes sumidos en la derrota, pero decididos a dar una última batalla, recuperar las gemas y deshacer el mal causado. Un retirado Thanos les roba toda esperanza, asegurándoles que el poder se ha gastado y que no existe forma de enmendar las catastróficas consecuencias del chasquido. Pasan cinco años, y los seres humanos comienzan a acostumbrarse a esta nueva realidad, opaca y sin perspectivas de futuro. Entonces, la posibilidad del milagro renace desde un lugar tal vez inesperado, el humilde Ant-man (Paul Rudd) quien, con su habilidad de reducir su tamaño hasta dimensiones moleculares, intuye la posibilidad de usar esa tecnología para viajar en el tiempo. Será necesario el genio de Tony Stark, Iron Man (Robert Downey Jr.), para catalizar esta descabellada idea, quien crea -no sin antes mostrar resistencia a abandonar una realidad ya asumida- un método para volver al pasado e impedir que Thanos reúna las apocalípticas gemas.

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Ahora bien, los nuevos nodos que se activan con estos viajes al pasado son a ratos tratados con una liviandad que contrasta con la complejidad de la tarea. Si bien estas películas jamás estuvieron ajenas al humor ligero y no sería correcto exigirle anularlo por completo, la entrega anterior contaba con una densidad particular en la amenaza del genocidio universal. Ese peso específico en el relato está ausente aquí, donde los esfuerzos se centran en ofrecerle giros a los protagonistas, para terminar de dibujar sus respectivos arcos dramáticos. Los resultados son desiguales, tal vez algo esperable con tanto personaje poblando la pantalla.

Saltándonos algunos inconvenientes en el terreno de la verosimilitud, la trama del viaje en el tiempo es interesante para esta película de clausura. Pues los Vengadores se trasladan a momentos que ya vimos en películas anteriores, trayendo nuevamente personajes que habían desaparecido, permitiendo otras miradas a acontecimientos que ya conocemos bien, dándole valor a situaciones que antes eran marginales, pero que al re-visitarlas se reconocen como entrañables. Lo que funciona como homenaje también las hace de eterno retorno, colaborando a la idea de que son historias que durarán para siempre.

¿Es posible imaginar un cierre definitivo? ¿Uno que no nazca de un agotamiento irreversible, sino que sea más calculado? Más allá de determinados pasos en falso, el aspecto general permite ver que esta primera gran parábola estuvo bastante bien pensada, y las historias y personajes que la poblaron fueron lo suficientemente flexibles como para que todo encajara. Pero aciertos pretéritos jamás aseguran la continuidad de fórmulas ganadoras. Las audiencias mutan y un punto clave será la capacidad para leer esos cambios y adaptarse de manera consecuente. Una pista la dan personajes que han sido introducidos y que obedecen a representaciones de la diversidad, de género, etnia o clase, y que a primera vista serán los encargados de llevar el testimonio durante el siguiente tramo. Capitana Marvel, Black Panther o Miles Morales (de Spider-man: Un nuevo universo) son claros ejemplos de ello.

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Visto de esta forma, tal vez el rasgo mejor entendido en este panorama cinematográfico regido por las adaptaciones ha sido la imposibilidad de detenerse. Así como los personajes jamás descansan, las películas tampoco piensan hacerlo. Se trata de una estrategia que responde a la idea del compañero fiel, de lo inacabable, que terminada una película debe venir una secuencia posterior a los créditos que alimente la continuidad y que más, es más. Los 182 minutos de metraje han sido un tema de discusión. Podemos afirmar que la extensión resulta justificada por la magnitud de la propuesta, aunque a ratos la longitud se sienta inquietante, particularmente al comienzo. La progresión redunda en la posibilidad de una derrota que sabemos imposible dentro de la maquinaria de la resiliencia en la que tanto héroes como humanidad están inmersos. Esta concepción ayuda a entender la extensión, una fobia al cierre, un desafío para con la muerte.

Y es que el objetivo final del superhéroe no es vencer al villano, ya que siempre habrá otro que lo reemplace, sino más bien es el descanso, entregar a otros la responsabilidad del cuidado, desentenderse. El retiro rara vez es una opción, el sacrificio, una mucho más frecuente, dado su valor mesiánico, su promesa de eternidad en el recuerdo; el salvador que perpetúa la idea del bien -su bien- que mencionábamos al comienzo. Es lo que mejor ha hecho Marvel en esta década, aprehender el sino trágico del héroe y aprovecharlo para construir una industria.

 

Nota de los comentaristas: 7/10

Título original: Avengers: Endgame. Dirección: Anthony Russo, Joe Russo. Guion: Christopher Markus, Stephen McFeely. Fotografía: Trent Opaloch. Música: Alan Silvestri. Reparto: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Jeremy Renner, Don Cheadle, Paul Rudd, Brie Larson, Karen Gillan, Josh Brolin, Benedict Cumberbatch, Chadwick Boseman, Tom Holland, Zoe Saldana, Evangeline Lilly, Tessa Thompson, René Russo, Elizabeth Olsen, Anthony Mackie, Sebastian Stan, Tom Hiddleston, Danai Gurira, Benedict Wong, Pom Klementieff, Dave Bautista, Letitia Wright, John Slattery, Tilda Swinton, Jon Favreau, Hayley Atwell, Natalie Portman, Marisa Tomei, Taika Waititi, Angela Bassett, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas, William Hurt, Cobie Smulders, Sean Gunn, Winston Duke, Linda Cardellini, Maximiliano Hernández, Frank Grillo, Hiroyuki Sanada, Tom Vaughan-Lawlor, James D'Arcy, Jacob Batalon, Vin Diesel, Bradley Cooper, Gwyneth Paltrow, Robert Redford, Chris Pratt, Samuel L. Jackson, Alexandra Rachael Rabe, Ross Marquand, Joe Russo, Emma Fuhrmann, Michael James Shaw, Terry Notary, Yvette Nicole Brown, Callan Mulvey, Taylor Patterson, Ken Jeong, Ty Simpkins, Stan Lee. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 182 min.