El lugar encantado (Juan Vicente Araya, 2014)

A 15 años de No tan lejos de Andrómeda – una rara avis  en el cine chileno de ese momento, un filme de culto, por cierto- Juan Vicente Araya estrena su segunda ficción El lugar encantado.

De forma similar a lo que ocurría con su película anterior, El lugar encantado es una película extemporánea a la que las modas cinematográficas no parecen afectarle. Así también, quizás a su pesar, la película de Araya parece estar situada en un tránsito de espesores, formatos y tecnologías. Considerando que su filmación tiene más de 10 años, su cadencia física, material y atmosférica pareciera estar pensada en y para el celuloide.  A su vez algunos motivos que vuelven con insistencia durante el filme parecen arraigados en un idealismo romántico con tintes decimonónicos a los que el paso de los años le han jugado en contra. A esto no ayuda, por cierto, ni la actuación principal de Miguel Angel Bravo (sin matices) ni los diálogos (redundantes) ni un doblaje mal llevado. Saltándonos estas dificultades y centrándonos tanto en los motivos como el tratamiento cinematográfico, cabe agregar algunos puntos.

El tema central es el de la relación amor/locura con el motivo central de la musa romántica. Un músico accede desde aquí al espacio de la locura, es, propiamente, un tránsito del lugar cotidiano a un “lugar encantado” que es tanto acceso mítico como roce con la muerte y la finitud. Temas ampliamente abordados por la literatura y el cine, este “otro lado del espejo” puede interpretarse como una fábula sobre lo siniestro. Como puente está el personaje de “Eva” (referencia adánica a la caída del paraíso) una mujer 20 años menor que el protagonista, misteriosa y bella (Gabriela Aguilera).

Ya hace bastantes años la teórica del cine Laura Mulvey analizaba la triangulación de miradas entre la cámara, los personajes y el espectador, determinando la dicotomía entre el “portador de la mirada” y quienes son objetos de observación y deseo. A partir de aquí la teórica desarticulaba el lugar de la mirada masculina en la historia del cine, analizando el rol de las mujeres como sujetos pasivos, fetiches sexuales o madres, donde el sino habitual – vía el amor romántico- era ser mirada o castigada. Si bien Vicente Araya dota de un carácter propio al personaje de Eva- es de hecho un personaje moderno, autónomo y muchísimo más interesante que Martín- los motivos de la mujer “fantasmal”- objeto de mirada y fatalidad- persisten, y es básicamente desde el protagonista desde donde la mirada está dirigida.  Sin embargo parte del sino trágico del personaje central- su desvío hacia la crisis- puede interpretarse justamente como la puesta en escena del límite de una vida burguesa y acomodada que es desencajada por la propia Eva.

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Las referencias bergmanianas no dejan de dar vueltas: una casa perdida en medio de una paisaje costero, cierto uso del simbolismo visual, los delirios paranoides graficados en ilusiones y los juegos de  doppelgänger… lo cierto es que en este universo simbolista de Vicente Araya se cruza también con una zona  mítica y telúrica que es donde conecta con un cine poco ensayado a nivel local pero que cuenta con antecedentes: quizás el más notable Historias de lagartos (1989) de los hermanos Bustamante y parte de la cinematografía Ruiziana. Se  suma aquí un tratamiento visual con mucha elaboración, sobre todo a la hora de los interiores de casonas, los paisajes enrarecidos de la costa central y la composición de los cuerpos… en todo este nivel- el tratamiento del espacio y la dirección artística, en definitiva- el filme posee cierto hallazgo.

Cerrando: pocas obras contienen la ambición presente en El lugar encantado de Juan Vicente Araya, un objetivo difícil y obcecado que deducimos debe haberse traducido en lo demorado de su estreno.  Lo cierto, algunos esperamos una próxima cinta para seguir observando lo que podríamos llamar una poética en curso.

Iván Pint