Tenet (1): Cápsulas temporales

Esta tensión que parece complejizar la historia no es más que un mecanismo para exponer, con bastante autoconciencia, el tipo de películas que Nolan está dispuesto a seguir filmando. Si Memento (2000) fue la primera aproximación a ello, Inception (2010) plegó las posibilidades de su cinematografía. En Tenet los espectadores nos enfrentamos al puro goce de un director especialmente talentoso que ha decidido dejar ir sus expectativas sobre empatizar con su público. Es probablemente por eso que las imágenes, distorsionadas y confusas, no necesariamente cuentan la historia que parece querer contar. 

Cuando comenzamos a ver Tenet lo que tenemos es una escena que parece pasar desapercibida pero que, de alguna forma, instala las condiciones que operarán como guía en toda la película. Una orquesta prepara y pone en punto sus instrumentos antes de comenzar con su obra. Este momento, en cualquier concierto, tiene algo mágico e ininteligible; suena como un ente que no pudo haber sido pensado, una idea suelta, un gran concepto que va tomando forma hasta que el director de orquesta golpea su batuta contra el atril y comienza la representación. Este “caos para el orden” planteado en esa escena es interrumpido por una gran balacera que nos lleva a la acción. Todo esto está orquestado por una gran mente maestra detrás y, como buena película de espías, tendremos que seguir estos pasos para llegar al responsable. Sin embargo, en toda esta instalación nos recuerda que por más que intentemos controlarlo todo, el factor del azar siempre será preponderante y, como tal, puede torcer las acciones, queramos o no. 

De manera constante, el control sobre las imágenes es planteada por el director Christopher Nolan como una forma de mirar y de instalar esas imágenes, hasta el punto en que cada uno de sus filmes opera en sí mismo como una mini tesis sobre el uso -y abuso- del tiempo y el espacio, sobreexplicado en ocasiones, pero altamente pulcro y consistente en sus propuestas. Sus películas exponen esos mundos con algo que parece ser un conocimiento acabado sobre el tema, porque, en estricto rigor, es gracias a esas estructuras que Nolan ha logrado dar forma a su cinematografía. 

En Tenet las acciones se centran en El Protagonista (John David Washington), un espía que debe enfrentar al terrorista ruso de turno para impedir el colapso y el fin del mundo. Este resabio de guerra fría tiene un componente extra que hace que todas las acciones puedan ser revisadas hacia atrás y, por lo tanto, tal como lo indica el trailer de la película, las balas vuelvan a su cartucho al ser disparadas, los objetos devuelvan su trayectoria y las vidas puedan deshacerse. 

Esta tensión que parece complejizar la historia no es más que un mecanismo para exponer, con bastante autoconciencia, el tipo de películas que Nolan está dispuesto a seguir filmando. Si Memento (2000) fue la primera aproximación a ello, Inception (2010) plegó las posibilidades de su cinematografía. En Tenet los espectadores nos enfrentamos al puro goce de un director especialmente talentoso que ha decidido dejar ir sus expectativas sobre empatizar con su público. Es probablemente por eso que las imágenes, distorsionadas y confusas, no necesariamente cuentan la historia que parece querer contar. 

De esta forma, Tenet se basa en una serie de supuestos que nos trasladan a la misma obra del autor. Su meticuloso control se vislumbra en cada una de las escenas, empujando toda la experiencia a un lenguaje meta en donde perfectamente el mismo Nolan puede estar explicando cada una de las tomas, desde el enigmático “no trates de entenderlo, siéntelo” entregado al inicio por Bárbara, a la declaración de Neil (Robert Pattinson) explicando la puesta en escena de un avión real, atravesando un ventanal en medio de grandes columnas de fuego. 

En este mundo, con dosis de testosterona que fingen no estar ahí, se gestan personajes arquetípicos en donde incluso la víctima casual, Kat (Elizabeth Debicki), es la gatillante literal de ese azar al que hacíamos mención al principio. Resulta extraño, porque si hay algo en lo que Nolan no parece estar interesado es en dotar de carne a sus personajes femeninos. Sin embargo, esta decisión pone a Kat en medio de la tesis y la convierte en un personaje gravitante que termina decidiendo por todos los demás. 

¿Es todo esto tan complicado como han tratado de hacernos creer? Para nada, pero contraviene una de las máximas del espectador, que más que encontrar preguntas, desea poder dar respuesta a todo lo que ve. El acto de entrega del espectador a la obra es cada vez menos recurrente. Desde ahí, mediado por la expectativa, Nolan nos entrega, tal vez por primera vez, una obra en la que las explicaciones sobran y nos invita a concentrarnos en la imagen por ella misma y, sobre todo, a observar la forma en la que el director es capaz de montar universos acotados y reconocibles. 

En un año en que todo salió del revés, en que la industria debió acomodarse a nuevos formatos y les directores cayeron bajo la presión del streaming, Tenet es posiblemente la obra más personal del director. Paseando entre sus agujeros de gusano y con un guión que no está todo lo pulido que hubiésemos deseado, Nolan sigue imponiendo sus reglas como autor. Uno que, con bemoles, está entre las cinematografías más interesantes que nos ha dado los últimos veinte años. 

 

Dirección: Christopher Nolan. Guion: Christopher Nolan. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Montaje: Jennifer Lame. Música: Ludwig Göransson. Reparto: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh, Dimple Kapadia, Aaron Taylor-Johnson, Michael Caine, Clémence Poésy, Martin Donovan, Himesh Patel, Andrew Howard, Yuri Kolokolnikov, Fiona Dourif. País: Reino Unido. Año: 2020. Duración: 150 min.