Ver y escuchar (José Luis Torres Leiva, 2013)

Ver y escuchar  es el quinto documental realizado por José Luis Torres Leiva y, sin contar diversos proyectos realizados en otros formatos, la décima película estrenada en una prolífica carrera de 10 años. Estos datos podrían no significar nada, pero si sumamos a ello una clara vocación indagatoria en el ámbito temático y expresivo, creo que estamos ante un caso único y diría hasta excepcional dentro del cine chileno, y lo que resulta productivo es, quizás, evaluar este documental respecto de ciertos itinerarios y decisiones claras en términos de una investigación en curso de (y sobre) una obra que en lo particular debe ser también una de las más interesantes en el ámbito local.  Sonará algo frío pero empezaremos por ahí para luego hablar más particularmente del documental en cuestión.

Ver y escuchar  se suma en primera instancia a una búsqueda expresiva -instalada como manifiesto desde Ningún lugar en ninguna parte (2004)- respecto de los aspectos primarios del cine y en específico del cine documental, una descomposición de los elementos expresivos más básicos, prescindiendo incluso de la narración o el plot argumental, y abriendo una zona respecto al azar y los materiales. Esto ha aparecido como una imagen observacional en El tiempo que se queda (2007), filme que comparte una preocupación temática con Ver y escuchar, y de forma más violenta en su segunda ficción Verano (2012) y en Tres semanas después (2010), este último un trabajo de densidad material en torno al terremoto, en tanto la primera, una donde la dimensión material de la imagen irrumpía y descalzaba el primer nivel vinculado al argumento y el aspecto representacional.

En ese sentido desde su título “ver” y “escuchar” el documental establece una vocación por los elementos y recursos del cine, la banda de imagen y la banda de sonido, la audio-visión, es decir aquellos recursos que le son más propios, más cercanos, y en los cuales la película como soporte se sucede.

Pero Ver y escuchar se trata no sólo sobre esos elementos, sino también sobre otros, sobre “verlos” y “escucharlos”, sobre otorgar espacio en un encuadre y poder por un segundo, por vía del cine, abrir una pregunta por su inclusión, sobre todo cuando “ver” y “escuchar” -aquellos soportes básicos del cine- presuponen la vista y el oído.

Porque Ver y escuchar es un documental en torno a la discapacidad física de la ceguera y la sordera, pero ello es apenas un punto de partida para empujarnos a pensar las dimensiones vinculadas al lenguaje, la percepción y la conciencia de mundos que ignoramos, que presuponemos, pero ignoramos.

Esta segunda capa, vinculada al sentido y al sentir, es la dimensión más palpable, física y cuestionadora de cómo hacemos mundo y es donde el documental piensa su silencio.

Aquí el documental se abre a los relatos y las escenas elegidas (no muchas, pocas, pero bien elegidas, otorgando tiempo y espacio para que ellas ocurran, sus personajes se comuniquen con nosotros, nos cuenten sus historias):  parte en Punta Arenas en una orilla de mar al atardecer donde dos personajes que padecen de ceguera (Alejandro y Mónica) generan una conversación con Hans, con dificultades de sordera, mediados por un traductor de señas. La dificultad pero a la vez el deseo de patente de compartir sus experiencias nos hacen prestar atención a aquello que media entre ellos, en principio lo que los separa (la vista, el oído) luego lo que los une (sus experiencias, el lenguaje, la dimensión de lo palpable, la percepción). Torres Leiva intercala escenas filmadas en video con una intervención sobre la imagen, ahora devenida materia, abstracción. En ellas distinguimos pasos descalzos, naturaleza, flores. Sin mas detalle que ese, el documental invita a pensar en la fragilidad del código y el soporte, el pequeño milagro azaroso que podamos estar relacionándonos por vía del lenguaje.

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Aun más a fondo, la escena siguiente nos desarma. Se trata del caso de Kati quien por una enfermedad (meningitis) queda ciega y sorda a la vez y durante la escena se comunica con su padre por vía de un código táctil. Kati nos relata con sus palabras sobre su vida, sacando adelante estudios y trabajo, así también el relato del momento en que perdió la vista y el oído, de forma vívida asistimos a un relato donde “una parte del mundo” empieza a dejar de existir para siempre. No creo que se trate de levantar “casos de exito”, el nudo central de los distintos testimonios tiene que ver con los modos de construir mundo, desde una dimensión universal de la experiencia humana y del mundo sensible. Así también de la fragilidad de los supuestos que fundamentan un regimen de lo sensible y del lenguaje.

“Ver” y “escuchar” aparecen así como las dimensiones excluyentes del sentido por vía de la palabra, el discurso y la identidad, fundamentado en lo que se ha dado a llamar “ocularcentrismo”, el régimen del poder que demanda presencia, visibilidad y legibilidad. A cambio de eso Torres Leiva construye figuras de una hospitalidad hacia un otro por venir, un intruso que en el soporte de la imagen, el cuerpo y la sensibilidad nos altera, nos interroga, nos cuestiona en nuestras certezas del mundo tal como lo configuramos desde el sentido. Ver y escuchar  comienza con la pregunta por el espacio cinematográfico del otro y termina interrogando las certezas que vehiculan el sentido del cine, abriendo una interrogante por su fragilidad, dando lugar a una escucha aun más profunda y resquebrajante.

Iván Pinto Veas