Informe XXI Fidocs (4): Las ganadoras

No quiero repetirme con lo que yo y otros hemos dicho en recientes posts sobre lo que fue el Fidocs de este año, así que no me queda nada más que felicitar al excelentísimo nuevo equipo programador, el cual abrió horizontes de exploración dentro del mismo festival: el aprecio por la no-ficción por sobre lo estrictamente documental, la apertura a filmes de todo el mundo en vez de encerrarse en lo latinoamericano, entre otras cosas organizativas que hicieron que el festival fuera muy agradable de atender, con problemas técnicos aquí y allá perdonables a la hora de un ajuste tan grande como el que ocurrió entre 2016 y 2017. Así que, dicho todo eso, sólo me queda hablar de las cintas ganadoras, las cuales no traspasan ese límite de lo no-documental (todos son filmes más en la línea del documental observacional), pero eso sucederá en el Fidocs más pronto que tarde.

Caniba, producida en Francia y filmada en Japón, fue la ganadora de la novísima competencia internacional, y fue quizás de las más controversiales que se dieron durante el festival. No creo que el objeto de estudio de Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor haya sido absolutamente necesario de interpretar a la manera topográfica como lo suelen hacer estos directores -herederos del Harvard Etnographic Sensory Lab-, donde con cada fisura, hendidura y protuberancia del rostro y cuerpo de Issei Sagawa de alguna forma la piel y la carne se vuelven un espacio casi paisajístico. Pero de alguna manera logran que dentro de su abstracción resulte una cinta extrañamente “bella”. Hay una crueldad desatada en la descripción de las acciones de Sagawa -quien hace décadas asesinó y comió parte del cuerpo de una mujer que era su compañera de universidad en la Sorbona-, que es acompañada por los comentarios de su hermano, que lo instiga a seguir contando más detalles, a lo que se agrega materiales que apoyan la concreción de un retrato abstracto: el manga que él mismo Sagawa dibujó describiendo su accionar, una cinta porno en la que participó, material auditivo de su detención en Francia, entre otros. De alguna forma, pese a toda la controversia que la rodeaba, la cinta se siente como una afrenta que finalmente no cumple su promesa. No sé si es culpa de quien escribe, por su sensibilidad que ha sido puesta a prueba en cintas y situaciones anteriores, o porque hay una suerte de promesa incumplida a la hora de mostrar la debilidad misma del personaje/paisaje, pero el filme hace que todo intento por volverlo amenazante u objeto de terror resulte levemente patético.

TIERRA_SOLA

En la competencia chilena hubo dos ganadoras. Primero la mención para Tierra sola de Tiziana Panizza, la que considero una de las películas chilenas más interesantes del año. Mezclando el archivo de varias películas etnográficas filmadas en la Isla de Pascua, así como con filmaciones hechas en el presente, logra formar un retrato anti-etnográfico y más humano sobre la experiencia real de vivir en una isla que está tan alejada de todo el resto del mundo, pero que al mismo tiempo vive la eterna dicotomía entre tener una cultura absolutamente propia y original, así como su condición subyugada ante el gobierno de Chile. Estamos ante una cinta que mezcla lo observacional con lo ensayístico, y así Panizza realiza un paralelo rápido pero que sirve mucho a la hora de entrar directamente en la condición propia de ser pascuense: filma dentro de la única cárcel de la isla, una instalación pequeña y con tremendas deficiencias, pero que logra, de alguna forma, albergar una comunidad que funciona de manera simbiótica con el resto. Acá entra la pregunta sobre qué tan diferente es estar privado de libertad en una isla que aparentemente pareciera estar aislada en sí misma, por diversas razones y no necesariamente geográficas. No es una película turística, y aunque su metraje puede ser extenso, las imágenes capturadas por Panizza, tanto en digital como en fílmico, así como su trabajo con los textos en pantalla y el material de archivo, la vuelven una cinta preciosamente imperfecta.

LA_DIRECTIVA

La gran ganadora fue La directiva, de Lorena Giachino, un documental también observacional sobre la cúpula que dirige a la asociación de árbitros amateur de Chile, y que la sigue desde una elección que produce el cambio de presidente hasta que se realiza un nuevo cambio. Acá hay una paciente acumulación de situaciones, diálogos y planos que demuestran no sólo la capacidad del equipo para poder retratar de manera cabal una institución como esta, sino que también da cuenta de ciertos vicios que tienen algunas de las cintas producidas por Paola Castillo, las que se ven imbuidas de cierta impronta visual y de montaje que puede rastrearse hacia atrás y que seguramente podrá verse más a futuro. La película parte con un simpático homenaje al Circo Pobre Timoteo, tema y objeto del documental anterior de Giachino (y no me sorprendería que la siguiente película partiera con alguna mención a esta directiva, hilando así un continuo de obras autorales), para luego encontrar a los personajes más curiosos dentro de la asociación, los cuales parecen estar ensimismados dentro de una forzada seriedad y protocolo que nadie les exige más que ellos mismos; tal vez eso sea lo más interesante que tenga este trabajo.

Sobre la interesantísima competencia de cortometrajes, donde también se otorgaron dos premios, unas breves palabras. Aliens, de Luis López Carrasco, ganador de una mención, sigue sorprendiéndome por el éxito (no sólo en este festival) ante una cinta que cae en un fetichismo absurdo por la imagen VHS (que el cine experimental debería superar) y una especie de chimuchina relacionada con las historias que cuenta la protagonista, una seguidilla de nombres haciendo cosas que no me interesan. Puede que el problema sea simplemente personal, pero no veo cómo a alguien podría interesarle cómo terminó una noche en un ménage a trois, sobre todo considerando la monótona letanía de la voz que la cuenta, como si fuera cosa de todos los días, sustrayendo cualquier atención o interés. Rapa das bestas, de Jaione Combarda, es un buen corto ganador. Grabado en fílmico, y además en blanco y negro, realiza un retrato brutal de bestias en confrontación a otras bestias: humanos y caballos salvajes entran en una lucha que incluye el corte de pelo, la marcación e incluso la monta de ellos, para luego ser liberados. Acá se hace presente la observación artística de un proceso, similar a casi todas las cintas ganadoras, y no negaré que quiero que las cintas galardonadas, poco a poco, empiecen a salirse de esos cánones, para así, finalmente, consolidar la nueva dirección que el equipo de programación de Fidocs está tomando.