Informe XXIII FIDOCS (1): Un constante renacer

Por muchos años, FIDOCS ha sido el espacio cinéfilo por excelencia tanto en Santiago como en el resto del país. Sin embargo, cada cierto tiempo, el festival se ha visto afectado por los vaivenes del financiamiento, de organización, que dan la impresión que aún no se consolida como el festival que ellos quieren ser. Hace un tiempo se anunció un nuevo equipo de programación, liderado por Antonia Girardi, que le dio un nuevo aire al festival. Todo indicaba que FIDOCS vivía una nueva etapa de crecimiento cuando el Fondo Audiovisual no le otorga el financiamiento y comienza una nueva crisis en el festival. Hay un nuevo cambio de equipo, más joven, más paritario, que tomaba un proyecto que volvió a verse afectado con la explosión social que comienza en Octubre de este año.

Por muchos años, FIDOCS ha sido el espacio cinéfilo por excelencia tanto en Santiago como en el resto del país. Sin embargo, cada cierto tiempo, el festival se ha visto afectado por los vaivenes del financiamiento, de organización, que dan la impresión que aún no se consolida como el festival que ellos quieren ser. Hace un tiempo se anunció un nuevo equipo de programación, liderado por Antonia Girardi, que le dio un nuevo aire al festival. Todo indicaba que FIDOCS vivía una nueva etapa de crecimiento cuando el Fondo Audiovisual no le otorga el financiamiento y comienza una nueva crisis en el festival. Hay un nuevo cambio de equipo, más joven, más paritario, que tomaba un proyecto que volvió a verse afectado con la explosión social que comienza en Octubre de este año.

Me arriesgo a decir que esta crisis les vino bien. Se organizó un festival más pequeño, con funciones únicas en una sede central como en Cine Normandie (que es otro espacio en constante ‘consolidación’), dos competencias y un foco al archivo de las protestas sociales. El festival y el documental se volcó a una inmediatez necesaria, reinterpretando de cierta manera la mirada de los festivales de cine como eventos enfocados más a un canon establecido que a una muestra intuitiva de la cual no sabremos su real relevancia hasta años después (no quiero decir que no vaya a serlo, sino que no sabemos los alcances que logren tener estos archivos).

Un FIDOCS más pequeño permitió concentrarse en lo que es relevante de un festival de cine: las películas. Y sobre esto me quiero centrar sobre las películas chilenas presentes en competencia este año. Por calendario, este año FIDOCS fue el lugar de estreno en Santiago de muchos documentales que fueron estrenados principalmente en Valdivia. La principal ausencia fue, a mi modo de ver, alguna gala o muestra especial de La cordillera de los sueños (2019) de Patricio Guzmán, estrenada en el pasado Festival de Cannes y que anunció estreno comercial en Abril del próximo año. Por el vínculo histórico y emocional del festival con su fundador, demás está decir que su ausencia es difícil de explicar, al menos, en una sección especial.

La competencia, como dije anteriormente, fue un resumen de lo mejor del año, con cinco películas que compitieron recientemente en el FICValdivia y una que viene desde SANFIC. El viaje espacial, película de Carlos Araya, es un registro de distintos paraderos, donde se observa a los pasajeros esperando locomoción colectiva. Araya estuvo varios años recopilando estos registros antes de dar con la película final, con la cual logra generar un retrato general de las diferencias y semejanzas en las conversaciones y experiencias de las distintas personas que esperan algún transporte. La película es una suerte de reinterpretación del estilo y formato que utiliza el Colectivo MAFI, del cual Araya es parte, pero al mismo tiempo se logran evidenciar ciertas decisiones autorales más allá de la mera observación. La película ganó la competencia nacional de FIDOCS.

El gurú es el debut de Rory Barrientos, cuya película es su obra de titulación del Magister en Cine Documental de la Universidad de Chile. La película aborda la vida y experiencia de un boxeador amateur que busca la gloria en Chiloé. Da la impresión de ser una película de intuiciones en la realización, es decir, que más que planificar o más que un guión, la observación que hace Barrientos se va construyendo intuitivamente de acuerdo a lo que los personajes le van ofreciendo. Demuestra con esto que, pese a ofrecer una señal de observación, el autor está sumamente presente tomando decisiones desde la cámara. El gurú es una historia personal, de un autor que se ve identificado en la historia de un otro, y que da la impresión de que cada imagen tiende a un diálogo entre el personaje y el director.

José Luis Sepúveda y Carolina Adriazola deben ser de los realizadores más fieles a FIDOCS. Este año, participaron con su última película Harley Queen, una mirada a una pareja que viven en Bajos de Mena, uno de los lugares más marginalizados de la capital. El documental es un complejo retrato de una stripper en busca de ser aceptada y del amor. Es una película compleja, ya que cuesta identificar cuantas imágenes son ficcionadas, en búsqueda de una construcción de un personaje atractivo de ver. También en competencia estuvo el último documental de Ignacio Agüero Nunca subí el Provincia, que recibió la mención especial del jurado. Fue la única película en competencia que no vi.

Personalmente, la película más relevante de toda la competencia era Visión nocturna, debut de Carolina Moscoso que ganó el Premio del Jurado Joven FIDOCS, Mención especial del jurado en FICValdivia y que venía de clausurar FICIQQ. La película cuenta el proceso de reconstrucción de una sobreviviente a una violación, desde un relato autobiográfico y de archivo. El documental resulta sumamente complejo al presentar varias capas de relato. Por una parte, está el relato judicial, con todo el proceso de constatar lesiones, denuncia y cierre del caso. Por otro lado, está el relato de sanación personal, ligada muy fuerte a la construcción de amistades profundas, una compañía permanente de contención y amor. Para construir ambos relatos, Moscoso usa el archivo personal, grabando solamente la escena final para la película. La directora muestra el hábito de registrar todo lo que sucede a su alrededor, y a partir de ahí nace una película sumamente personal. Del mismo modo, la película no usa voz en off, sino que el relato es a través de textos en la pantalla que obligan a leer, en una suerte de segunda lectura, lo que le sucedió. Es para mí, por lejos, el mejor documental chileno del año.

FInalmente, Historia de mi nombre de Karin Cuyul, tras su paso por FICValdivia comenzó su recorrido por festivales, pasando por Antofagasta e Iquique antes de ser estrenado en Santiago. El documental parte de una premisa autobiográfica para contar la historia de Karin Eitel, quien fue torturada durante la dictadura. La película es una reconstrucción de un pasado familiar del cual no se había hablado, y donde la directora se pone como eje que conduce una historia que vincula a una familia típica con un contexto de violencia política. La película obtuvo una mención especial en la Bright Future del Festival de Rotterdam este año y sorprende su paso tan desapercibido por los festivales nacionales.

Debo decir que el formato más pequeño fue un acierto este año en FIDOCS. Un festival que parece en constante consolidación y crisis, resultó sumamente gratificante que se haya volcado a hacer valer el cine, y sobre todo el documental, como una herramienta de discusión sobre la sociedad. El nuevo equipo le da, aparentemente, un nuevo aire a un festival que necesita seguir renovándose para situarse en el lugar de prestigio internacional que alguna vez tuvo. Quizás la fecha no es la ideal, ya que muchos documentales pasan antes por otros festivales (este año en competencia no hubo ningún estreno), y se pierde en parte esa sensación de que FIDOCS es ‘el lugar’ del documental en Chile.