La madre del cordero (Rosario Espinosa y Enrique Farías, 2015)

Estrenada en la sección Nuevos Directores del festival de San Sebastián, esta ópera prima, codirigida por Rosario Espinosa y Enrique Farías, es una mirada al interior de las hijas que cuidan a sus madres, esas duplas femeninas que parecen dedicar el paso de los días a envejecer juntas, en donde la individualidad, sospechamos, tiene poca o una bizarra cabida.

La película decide entrar al tema desde la complejidad de relaciones de poder y de anulación de una de ellas por la otra, construyendo su coherencia narrativa, estética y visual desde uno de los polos del conflicto. Narra así la compleja y asfixiante posición de Cristina (María Olga Matte), una apacible mujer de 50 años que vive en un pequeño pueblo y que ha dedicado su vida al cuidado de su madre enferma (Shenda Román). Sin amigos, pareja, ni hijos, la vida de Cristina se verá alterada con la llegada al pueblo de una de sus viejas amigas del liceo, la risueña y deslenguada Sandra (Patricia Verdugo), que se fue tempranamente del pueblo a vivir en la capital y, en oposición radical a Cristina que vive para su madre, solo ha vuelto al pueblo para el entierro de su padre. El reencuentro entre ambas genera en Cristina una especie de desconcierto con el peso que carga de haber sacrificado su propia vida.

La fina construcción visual del film está muy ligada a esta aproximación, donde  casi toda la película transcurre desde el primer plano de Cristina, en contraste, por ejemplo, con la presencia enorme de Daniel Antivilo. Este último -además de ser la única figura masculina sostenida a lo largo de la película-, encarna a Segundo, un amigo de la familia que le debe plata a Cristina y parece decidido a aplazar con cualquier excusa el pago de sus deudas.

Ante esta clausura visual resulta interesante apreciar cómo se introduce la vida de pueblo. Se trata de un pueblo pequeño, pechoño, donde todo se sabe, se comenta y se juzga, a través de la cotidianeidad de un grupo de mujeres de la tercera edad, las amigas de la madre de Cristina, que se acompañan a duras penas en el epílogo de sus vidas. Van a misa, a la peluquería, siempre copuchando y con la música cebolla de la radio de fondo.

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Al estar situados durante todo el film en proximidad a Cristina vamos percibiendo como ataques tanto los comentarios de su madre y sus amigas como la irrupción de Sandra en su vida, y que la protagonista va digiriendo en los pequeños momentos de soledad en que la acompañamos. El film adquiere su carácter más duro y oscuro, casi noir, en los minutos finales, en los que Cristina decide hacerse protagonista de su vida, cueste lo que cueste.

La consistencia narrativa, visual y estética de la película se sostiene también en la figura de María Olga Matte, además de las destacables actuaciones de las míticas Shenda Román y su grupo de amigas, que incluye a Violeta Vidaurre, Sonia Mena y Teresa Munchmeyer, quienes sustentan con su desempeño actoral el minimalismo de recursos del film sin agotar al espectador.

Enfocando certeramente el problema de la tercera edad y el género con una consistencia que se agradece, La madre del cordero es uno de los estrenos más destacables dentro de la avalancha de cintas nacionales que ha llegado este mes a la cartelera comercial.

 

Nota comentarista 8/10.

Título original: La madre del cordero. Dirección: Rosario Espinosa, Enrique Farías. Guión: Nicolás González, Ignacio Mardones. Fotografía: Francisco Misle. Montaje: Juan Gaete. Reparto: María Olga Matte, Shenda Román, Patricia Velasco, Violeta Vidaurre, Sonia Mena, Teresa Munchmeyer, Daniel Antivilo, Pedro Villagra. País: Chile. Año: 2014. Duración: 80 min.