Mujeres arriba: un universo finito de lo femenino

El punto de vista sobre lo femenino en Mujeres arriba es heterosexual. Podríamos agregar también que retrata a una clase social acomodada, pero no es una película que busque expresar pasajes y detalles de lugares o características de Santiago y sus habitantes, sino que apela más bien a una cierta universalidad en sus personajes y problemas. No se trata de las historias de una Sexo con amor o El Chacotero Sentimental,  sino una atmósfera más parecida a la de telenovelas como Los 30: éxito, tragos de moda, diseño de interiores y parques del sector oriente de la capital. 

Mujeres arriba de Andrés Feddersen narra la historia de la vida sexual de tres mujeres. Tres mujeres adultas: una casada y madre (Natalia Valdebenito en el papel de Maida), otra por casarse (Alison Mandel como Consuelo) y otra más reprimida, recién saliendo de una relación que termina a causa de una infidelidad (Loretto Bernal como Teresita “la santita”). Todas ellas parecen habitar espacios acomodados, casas amplias, trabajos exitosos y parejas heterosexuales. Es esto último el nudo que organiza lo que el filme desarrollará como lo femenino en relación a la sexualidad y el placer: mujeres que han aprendido que en el sexo se pasa mejor estando arriba, o también, que se puede estar arriba y no solo abajo.

Teresita, abogada y la más joven del grupo de amigas, sorprende a su pareja teniendo sexo con una amante en su propia casa. En una discusión que conmueve poco a pesar de que la mujer descubre una infidelidad en su cama, el hombre le confiesa que su relación no lo satisface y se ha vuelto una rutina. Este episodio lejos de provocar mucha tristeza “empodera” a Teresita, quien apoyada por sus amigas decide pasar el mal rato abriéndose a las aventuras de una noche y al sexo casual. No es fácil para ella, por cierto, parece venir de un entorno conservador que la reprime, pero allí están Consuelo y Maida para alentarla y hablar explícitamente sobre sexo. A través de una serie de consejos, van contando sus propias experiencias y la película se vuelve un espacio de complicidad entre mujeres que se impulsan a desinhibir sus incursiones sexuales, mejorar el sexo casi extinto con el marido, o el rendimiento de un novio siempre listo pero eyaculador precoz. Las mujeres siempre hablan de sexo y se cuentan todo, parece insistir el argumento. Se pasan tips, se ríen juntas, sufren también y se acompañan, crean un universo, una trama propiamente femenina que se opone al universo de los varones que se reservan hablar de sus emociones, pues, para el caso, ya no se trata de presumir aventuras y conquistas, sino que de ese momento en la vida en que la pareja se ha convertido en “la señora”, en la madre de los hijos, aquella que se ama pero ya no se desea, como muestra la relación que personifican Natalia Valdebenito y Diego Casanueva.

El punto de vista sobre lo femenino en Mujeres arriba es heterosexual. Podríamos agregar también que retrata a una clase social acomodada, pero no es una película que busque expresar pasajes y detalles de lugares o características de Santiago y sus habitantes, sino que apela más bien a una cierta universalidad en sus personajes y problemas. No se trata de las historias de una Sexo con amor o El Chacotero Sentimental,  sino una atmósfera más parecida a la de telenovelas como Los 30: éxito, tragos de moda, diseño de interiores y parques del sector oriente de la capital. Hay un supuesto mundo compartido en donde las mujeres han salido en búsqueda de su propio placer y ya no se conforman con una vida sexual inactiva o maridos que no las satisfacen. En donde los hombres viven algo más conectados con sus emociones y se enamoran e interesan de las mujeres que los buscan “y usan” sexualmente. Los roles se han invertido, quizás, el mundo “ha avanzado”. Pero aún así el filme no se aleja de los estereotipos: a la madre no se la desea, la llama se apaga, los hombres que mucho presumen no responden, y las mujeres cuando buscan “revolcones” y soledad, en el fondo-en el fondo, están negando su deseo de amor y de conformar una pareja. Los varones, en tanto, luego de consagrar su carrera y viajar por el mundo, entrados los cuarenta deciden “sentar cabeza” y formar una familia, como representa el personaje de Cristian Riquelme quien tiene una aventura con Teresita resultando ser su jefe.

Por supuesto que el deseo es difícil de mantener en una pareja. En eso el filme no se equivoca ni tampoco propone un mito, pero la opción de “optimización” es el camino de los juguetes sexuales y la -tan en boga en la pantalla luego de la serie de Netflix Sex Education - terapia sexual. Y, sí, claro que son opciones para abrir lo íntimo, compartir las emociones, y aprender a llamar a los órganos sexuales por su nombre y conocer el clítoris. Pero que distancia hay entre el juego erótico, el vibrador y el disfraz, cuando la pregunta por lo femenino es verdaderamente una pregunta y no un cierre anunciado de antemano.

La familia no deja de ser el trasfondo y la aspiración en el filme, pues para qué nos vamos a engañar, una mujer sin pareja es una mujer sola que se muere sola y llena de gatos. A ratos se tiene la esperanza de que estos enunciados que circulan literales en el guion sean una parodia, pero la verdad es que no alcanzan en su construcción y problematización narrativa a ser algo más que una suma de clichés sobre el deseo y el universo profuso que podría ser la sexualidad femenina, suponiendo que algo así es generalizable. No hay en este humor toques de ironía que disloquen o conmuevan de alguna manera esos caminos erráticos que hacen del deseo un espacio de opacidad y placer. El tono de comedia y algunos pasajes absurdos en que los actores corren por el parque y tropiezan con parejas que fogosas se besan en el pasto, en medio de soliloquios en que los personajes discuten con su mundo interior se muestran como un humor algo tosco y absurdo, que se abre a tropezones para generar risas, porque la sala efectivamente se ríe. Que las protagonistas sean comediantes le da un toque a Mujeres arriba particularmente teatral e histriónico, en donde Valdebenito y Mandel se muestran a sí mismas y se las puede reconocer en esos personajes que encarnan. El problema, eso sí, es que no termina de cuadrar la dirección de estas actrices con sus personificaciones, pues aunque esto es una decisión del filme, lo cierto es que el guion propone a mujeres bastante menos exuberantes en sus exploraciones, gestos y corporalidades que lo que finalmente las comediantes logran como propuesta.

Sin duda se trata de una película protagonizada por mujeres. Ni la primera ni la última, ni tampoco aquella que explora y abre particularmente el universo sexual heterosexual femenino para el público. Para el tiempo que vivimos es un alivio además que no tenga un carácter novedoso, pues no es un filme  provocador. No se condice tampoco con la notoriedad que las actrices elegidas para personificar los roles han logrado fuera de la pantalla, que siguiendo la lógica argumental de la “guerra de los sexos” han podido ser más cuestionadoras. El humor no es un campo fácil para las mujeres, pero es tan masculino como muchos otros de los espacios que las mujeres tienen que abrirse camino. Llevar este tipo de comedia al cine era una oportunidad para construir otro texto en torno a esta “guerra”, pero Mujeres arriba se conforma con un humor que no remueve los límites más comunes de “lo femenino”, esos que se han ajustado a nuevos relatos culturales que no por más ser más liberales llegar a ser  emancipadores.

 

Título: Mujeres arriba. Duración: 100 minutos. Dirección: Andrés Feddersen. Producción: Andrés Feddersen Guión: Loretto Bernal, Andrés Feddersen, Reparto: Loretto Bernal, Natalia Valdebenito, Alison Mandel, Cristian Riquelme, Matías Assler, Diego Casanueva, Samuel González, Consuelo Holzapfel, Esteban Rojas, Amanda Müller, Darko Alexander, Rocío Rodríguez. Productora: LAF Producciones, Distribuidora: Market Chile BF Distribution