Fantasías animadas #10: Kihachiro Kawamoto (2): Recorte y sueño

Siguiendo con el trabajo de Kihachiro Kawamoto, reconocido como el máximo exponente del stop motion japonés. revisaremos dos cortometrajes "intermedios". En ambos casos se trata de animación de recortes (cutout) y de formas que se alejan de su estilo visual característico, "desvíos" que no volvería a cometer después de estos dos experimentos. Por un lado, un Kawamoto surrealista, y por el otro, un alegato político inspirado en mundos literarios no ligados al pasado japonés. 

En la edición anterior, comenzamos a revisar el trabajo de Kihachiro Kawamoto, reconocido como el máximo exponente del stop motion japonés. Kawamoto se hizo famoso por el nivel de detalle de sus marionetas y por su forma particular de adaptar cuentos del folclor con muñecos en movimiento, incluyendo guiños a la tradición de los dibujos en pergaminos horizontales y al teatro de marionetas. El grueso de la obra de Kawamoto, con todas las variantes técnicas que fue utilizando, generalmente se concentró en este tipo de narración y técnica de manera casi ininterrumpida. El libro de los muertos (2005), su último trabajo antes de fallecer, es muestra de un estilo que nunca dejó de perfeccionar en cuanto a detalle técnico.

Por esta razón, no es extraño que la pequeña parte de su obra que se aleja de este estilo sea una de las menos comentadas. A pesar de esto, el interés por otros tipos de animación aparece tempranamente en su filmografía. Anthropo-Cynical Farce (1970), su segundo cortometraje, tiene pocas relaciones con el estilo más reconocido de Kawamoto: está en blanco y negro, utiliza tanto animación cutout como stop motion y el concepto de la película no tiene conexiones con la tradición o el folclor japonés. El único elemento que podría asociarse a su estilo es la forma en que combina muñecos tridimensionales con fondos 2D. Aún así, esta mezcla no se parece en nada a la imitación de los pergaminos pintados que utilizó en cortometrajes como Dojoji Temple (1976). 

En esta edición revisaremos dos cortometrajes "intermedios", realizados entre El demonio (1972) y Dojoji Temple, posiblemente sus dos mejores trabajos en su estilo clásico de marionetas. En ambos casos se trata de animación de recortes (cutout) y de formas que se alejan de su estilo visual característico, "desvíos" que no volvería a cometer después de estos dos experimentos. Por un lado, un Kawamoto surrealista, y por el otro, un alegato político inspirado en mundos literarios no ligados al pasado japonés. 

 

El viaje (1973)

12 min.
Cutout (Animación de recortes).

Se puede ver acá: https://youtu.be/RLZ9I_fwGUo

Al inspirarse casi siempre en los relatos y estilos del folclor japonés, la mayoría de las lecturas sobre el trabajo de Kawamoto tienden a ignorar su influencia occidental, a pesar de que su entrenamiento formal haya sido junto a Jiri Trnka, el mayor exponente checo de la animación con marionetas. Sin embargo, más allá de su formación, Kawamoto siempre mantuvo interés y relación con los diferentes estilos y animadores del mundo, lo que se patentó en su largometraje colaborativo Winter Days (2003), donde invitó directores tan diversos como Yuri Norshtein, Raoul Servais, Bretislav Pojar o Jacques Drouin. En El viaje, su primera incursión en un cortometraje totalmente cutout (si no contamos la introducción y epílogos live action), este encuentro lejano con otros estilos artísticos se convierte en el centro del relato. 

Comenzando directamente con una mujer japonesa preparándose para viajar, la animación de recortes empieza desde el momento en que el avión aterriza en una ciudad occidental indeterminada. La particularidad, y esto dará forma al estilo visual del corto, es que la llegada no solo implica el paso a la animación, sino también un enrarecimiento de todo. El viaje es el trabajo más sicodélico de Kawamoto, una especie de recorrido por diferentes espacios surrealistas que incluyen algunos guiños particulares a trabajos de Dalí y Magritte. Como en Cuadros de una exposición (1966) de Osamu Tezuka o El sujeto del cuadro (1989) de Georges Schwizgebel, el estilo se asemeja al paseo por un museo, donde cada nuevo plano es una nueva oportunidad para que el personaje recorra el cuadro.

Esta idea de paseo se apoya también en el ritmo y la forma en la que los personajes de Kawamoto se mueven. Como en los trabajos contemporáneos de René Laloux (El planeta salvaje fue estrenada el mismo año), la dificultad que implican los recortes para conseguir un movimiento fluido es utilizada para dar una cadencia reposada a cada situación, dando espacio para recorrer cada nueva escena/cuadro con la mirada. Además, estos recorridos se vuelven más pesados a medida que las imágenes asociadas a un imaginario de guerra aparecen, una referencia de Kawamoto a la invasión soviética a Checoslovaquia, país que lo había adoptado durante su entrenamiento animado.

 

La vida de un poeta (1974)

19 min. 
Cutout (Animación de recortes).

Se puede ver acá: https://youtu.be/qCcUogkhBe8

Todavía más curiosa que su incursión surrealista, la siguiente animación de Kawamoto puede entenderse como una lectura de la vinculación entre la práctica artística y el descontento político. En general, la obra de Kawamoto podría estar dentro del reclamo que hacía Nagisa Oshima hacia el cine japonés a finales de los 60: una obsesión con el pasado que no acudía a los problemas del presente, especialmente tratándose del álgido momento político en el país durante la época. La vida de un poeta podría ser una excepción; un cortometraje que inicia con la injusticia de los despidos, y donde el mayor antagonista es el jefe y sus planes de inversión extranjera. 

Este cambio de foco contiene elementos autobiográficos. Después de varios problemas internos con los trabajadores y sindicatos, el famoso estudio Toho puso a Watanabe Tetzuso de director para confrontar la situación en los cuarenta. Sin grandes conocimientos sobre cine, pero con un marcado anticomunismo, Watanabe se encargó de ahogar las huelgas con políticas agresivas y opresivas. En 1948, después de un operativo policial contra la toma que los trabajadores sostenían en Toho, Watanabe despidió masivamente a decenas de trabajadores, incluyendo una buena parte de la oficina de animación. Dentro del equipo despedido se encontraba un joven Kawomoto, quien había iniciado sus primeros trabajos en el departamento de Arte.

Esto podría explicar la escena inicial de La vida de un poeta: un trabajador entrega una carta a su patrón para solicitar un aumento salarial después de una serie de despidos masivos. A pesar de la reducción del cuerpo de trabajo, la fábrica sigue pidiendo los mismos resultados y carga laboral a sus obreros. Esta situación es también un ataque al espíritu del protagonista, quien empieza a tener una serie de alucinaciones después de la fatiga de la situación laboral. Este momento más extraño, que incluye después una oleada de nieve provocada por la muerte de los sueños y deseos de la clase obrera, desemboca en la búsqueda poética del protagonista, quien entiende el empobrecimiento y el desgano general como una vía para la expresión artística.

Inspirado en un relato de Kobo Abe (quien había sido adaptado hace poco de manera exitosa en tres películas de Hiroshi Teshigahara), se trata del corto más político de Kawamoto, así como de su reflexión más directa sobre la práctica artística. Renunciando al color para reflejar el descontento obrero, también se trata de un cortometraje de cadencia pesada, utilizando movimientos escasos y fundidos en algunas escenas. Es también, aunque en un estilo totalmente diferente, otro trabajo profundo de Kawamoto sobre el paisaje, uno de los aspectos principales de su trabajo con marionetas.