Fantasías Animadas #13: Garri Bardin (2): Animación caníbal

En la primera parte del especial sobre el ruso Garri Bardin de la semana pasada, mencionábamos que su estilo de animación había mutado desde el estilo clásico tradicional de la Soyuzmultfilm al trabajo con una variedad improbable de materiales para realizar stop motion. Pero, incluso por fuera de este eclecticismo material, la versión de Bardin de ciertas técnicas más conocidas sería igual de particular.

En la primera parte del especial sobre el ruso Garri Bardin de la semana pasada, mencionábamos que su estilo de animación había mutado desde el estilo clásico tradicional de la Soyuzmultfilm al trabajo con una variedad improbable de materiales para realizar stop motion. Pero, incluso por fuera de este eclecticismo material, la versión de Bardin de ciertas técnicas más conocidas sería igual de particular.

El claymotion –o animación con plasticina– es una técnica especialmente "sucia” en la que los rastros de la mano animadora resultan todavía más difíciles de ocultar que en otras formas de stop motion. Aún así, Aardman Animations y las películas de Nick Park (especialmente los clásicos de Wallace y Gromit) sirven como imagen ideal del clay estándar: a pesar de que se pueden notar las hendiduras de los dedos, la perfección técnica y la ayuda de diversas herramientas (espátulas, cabezas intercambiables, etc) permiten eliminar la mayoría de las manchas e imperfecciones derivadas de utilizar un material de este tipo. Para Bardin, en cambio, la plasticina es un material que no necesita buscar métodos para ocultar su aspecto más desprolijo y menos controlado. Ya desde Break! (1985), los personajes de Bardin guardan pocas similitudes con el modelo de Park: se trata de masas de plasticina de distintos tamaños, con poco detalle en las extremidades y casi sin diferencias de color entre una parte y la otra. 

Esto cambiaría recién con El patito feo (2010), único largometraje de Bardin hasta ahora, y su película con un look más "profesional" a la fecha. Antes de eso, la plasticina funcionaba como material de juego, con un aspecto visual cercano a las creaciones infantiles más libres hechas con el material. Dentro de ese grupo, El lobo gris y caperucita roja (1990) sería la obra más completa y arriesgada de Bardin en plasticina. 

 

El lobo gris y caperucita roja (1990)

26 min.
Claymotion (Plasticina)

Se puede ver acá: https://www.youtube.com/watch?v=ZxFxsARsbnU

A partir de uno de los cuentos de hadas más famosos en clave musical, la versión de Bardin de Caperucita roja toma bastantes libertades respecto al relato y las formas que se podrían esperar para la representación animada. Si bien se mantienen algunos elementos del aspecto amateur de sus trabajos con plasticina anteriores, El lobro gris y caperucita roja llama la atención por su mezcla de elementos menos cuidados (marcas de dedos todo el tiempo, proporciones de cuerpo dudosas) junto a un movimiento estilizado y ambicioso (véase las piruetas y giros del lobo o la gracia del movimiento de Caperucita al caminar) que hacen que el trabajo parezca "incorrecto" y una hazaña animada al mismo tiempo.

Por lo demás, Bardin pareciera reconocer su lejanía a formas de animación más clásicas a través de la apropiación. El lobo feroz, quien se presenta a sí mismo a través de una versión de la clásica Mackie Messer de Brecht y Weill, engulle todo a su paso, algo que se muestra con bastante más detalle que en las versiones tradicionales de Caperucita. Las víctimas incluyen a otros personajes de cuentos de hadas (Blancanieves y los siete enanitos, Los tres cerditos), sospechosamente similares a sus versiones de Disney, y cameos de estrellas de la animación soviética como Cheburashka. De un lado del conflicto y del otro, en plena disolución de la Unión Soviética, la animación de Bardin toma la misma actitud del lobo; se come sin escrúpulos lo que venga de la historia de la animación.

Esta actitud devoradora también ha sido interpretada en clave política, algo esperable si consideramos los elementos metafóricos de sus cortos anteriores. En muchos casos se ha hablado del lobo como un símil del expansionismo soviético. Sin embargo, el comentario más irónico al respecto viene hacia el final, cuando la solución para derrotar al lobo es igual de cuestionable que el problema. Mostrando un forzado llamado a la unidad y la paz, Bardin muestra otro tipo de desconfianza a este período de apertura, incluyendo un último plano de contradicción al "final feliz".