Lugares comunes del cine experimental contemporáneo

No cabe duda que el término experimental suele sufrir abusos. El acto de nominar algo con el calificativo supone que se habla un lenguaje común. Es la especificidad del calificativo. Se ha dicho –muchas veces– que el cine es en sí experimental. En apariencia no necesita del calificativo, pero ante la idea de diferenciar festivales de cine ayuda a distinguir propuestas más clásicas de otras más arriesgadas. No es lo mismo asistir a un festival que exhibe propuestas como las de Brakhage a uno que exhibe blockbusters de Hollywood.

Escribo esto como un anecdotario. Como cuaderno de apuntes referido a cierta labor que ejerzo, es decir, sobre el hecho de ver y programar cine experimental, o como se le quiera llamar. Este trabajo tiende a diluirse en las otras labores que también realizo, de ahí la génesis de estas palabras.

Este texto busca nominar ciertos lugares comunes de cierto tipo de cine. No entraremos en la idea de diferenciar cine de video. Eso es un planteamiento que hoy en día no tiene sentido a menos que hablemos de pantallas monocanales o multicanales, lo cual no viene al caso. Los festivales de cine experimental suelen realizar sólo exhibiciones monocanales para salas habituadas a la proyección desde sólo una fuente lumínica.

No cabe duda que el término experimental suele sufrir abusos. El acto de nominar algo con el calificativo supone que se habla un lenguaje común. Es la especificidad del calificativo. Se ha dicho –muchas veces– que el cine es en sí experimental. En apariencia no necesita del calificativo, pero ante la idea de diferenciar festivales de cine ayuda a distinguir propuestas más clásicas de otras más arriesgadas. No es lo mismo asistir a un festival que exhibe propuestas como las de Brakhage a uno que exhibe blockbusters de Hollywood.

Por otro lado, lo que significa experimental depende absolutamente de dos factores:

  1. de quien mira/realiza
  2. del contexto histórico/geográfico

No es lo mismo –nunca será lo mismo– el planteamiento respecto a lo experimental en el contexto del cine estadounidense comparado al contexto del cine chileno, sea por soportes, procedimientos, exploración estético-formal, historia, economía, etc.

A modo de reflexión subjetiva, el acto de ver y programar cine experimental se me hace cada vez más claro como algo que no tiene que ver con la capacidad de raciocinio sino que con la capacidad de sentir (lo cual no impide que el raciocinio tiene –como deber– que estar atento). La razón tiende a opacar muchas de nuestras experiencias, somos seres que respiramos y vivimos inmersos en un contexto, en un espacio, en un tiempo y hay que hacerse cargo. Sentir con cada poro del cuerpo, permitiendo que las imágenes y los sonidos –ojalá– logren apelar a los demás sentidos.

Este año, tras ver cerca de 1.600 trabajos audiovisuales de diversa duración, ciertas ideas quedaron flotando. Existen lugares comunes que de tan comunes se vuelven marcas, trazas, se vuelven identificables. Como Sei Shōnagon, amante de las listas, paso a detallar (según mi perspectiva) algunos lugares comunes en el cine experimental contemporáneo:

1.- La imagen va acompañada de música electrónica.

2.- La imagen se desfragmenta de forma caleidoscópica, sea a través de métodos análogos o vía software.

3.- Hay intervención en la imagen a través de su materialidad (video análogo, celuloide, digital), generando interrupciones en lo figurativo, provocando abstracciones o ruido.

4.- Hay intervención al material a través de software simulando errores a modo de presets, por lo cual, se vuelven visibles y predecibles cada cierto tiempo.

5.- La presencia de una subjetividad muchas veces dolida o confesional (“el artista es un sufridor profesional”) ejercida mediante imagen o voz.

6.- La obra se apoya textualmente en el metraje y/o la sinopsis mediante dos o tres citas de algún filósofo-ensayista de moda acorde al campo (Benjamin, Deleuze, Jameson, Žižek, etc.), pero (generalmente) no es visible la conexión entre cita y obra cinematográfica, es decir, vende humo.

7.- La obra posee largas tomas donde lo único presente es el tiempo. Desconexión entre ideas, conceptos o “tema” del filme y cada escena-plano-toma al interior de la obra. Imágenes sin razón, sin conexión.

8.- La obra hace referencia explícita o implícitamente, sea mediante metraje encontrado o puesta en escena o incluso titulaje, a otras artes o situaciones culturales. Como por ejemplo, al crear un título como: Retrato a... Bodegón de... Paisaje(s)... Sinfonía... Poema...

9.- La obra en sí, al no cumplir con los estandares clásicos de la narrativa como los 12 pasos del héroe o que simplemente no tiene una estructura similar a los 3 actos; obra generalmente realizada por estudiantes de cine o artes visuales y que no encontrando festivales clase A donde enviar la obra (tras ser rechazados continuamente), recatalogan la misma nominándola como obra experimental para en lo posible obtener difusión en otros contextos.

10.- Utilización del calificativo para nominar un simple ejercicio, pieza que sólo posee la exploración formal mas no la autonomía como pieza.

11.- Autocatalogar de experimental todo lo que supuestamente no cabe en el estándar de lo que se realiza en cine (sea por oportunismo, manía egocéntrica o simplemente pereza).

En definitiva, la palabra experimental como calificativo da para mucho, lo cual permite caer en una serie de lugares comunes como los mencionados arriba, al menos en el campo del cine contemporáneo. Por lo que, en verdad, la selección de obras en un festival/muestra/ciclo de cine (que decida apelar al calificativo) experimental siempre dependerá en verdad de la perspectiva de quienes organizan, quienes deberán hacerse cargo de sus visiones y sentires. y por supuesto, de sus contradicciones, al caer de vez en cuando, en los lugares comunes.