En un mundo mejor (Susanne Bier, 2011)

En un mundo mejor, como otros trabajos menos conocidos de la directora danesa Susanne Bier, es un hermoso y sobrecogedor ejercicio de filme de tesis. Una puesta en escena ajustada y un enfoque inteligente acompañan el retrato de   conflictos humanos y sociales más complejos de lo que parecen a simple vista.

La directora de la excelente Después de la boda (2006) vuelve al terreno de la exploración sociológica y psicológica de sus primeros filmes y contrapone distintas formas de crueldad y violencia en diferentes latitudes del mundo contemporáneo. Tal vez sus hilos argumentales, su estructura y su mezcolanza de escenarios resulten algo confusos, pero nuevamente mezcla el hiperrealismo en la forma de contar con una búsqueda de la belleza plástica dentro del horror, la tristeza  y la desesperación.

En esta ocasión los niños ocupan un lugar central en la narración y su intensa mirada parece más lúcida que la de los adultos sobre lo que realmente está sucediendo y sus  implicaciones. Bier confía en su  vigoroso y demostrado talento visual y en su capacidad para extraer lo mejor de actores y actrices pero entreteje un relato demasiado cercano a  la metáfora, el melodrama psicológico  y lleno de claves.

En un mundo mejor podría definirse como la odisea de un médico estoico (de una entereza algo irritante), como la historia de la desintegración de dos familias vista desde el punto de vista de dos pre-adolescentes o, sobre todo, como una acerada y humanista reflexión sobre la violencia, la alienación y sus formas en un mundo sacudido por formas pequeñas y grandes de avaricia, fanatismo e intolerancia. De nuevo una mirada incisiva sobre el núcleo familiar en un mundo en crisis y donde los enfrentamientos a pequeña escala y dentro de un núcleo preciso se reproducen finalmente  a  gran escala sociopolítica.

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Con una narrativa original, irónica, fresca, y una seductora paleta cromática la directora de la primera y mejor versión de  Hermanos (2004) vuelve a reflexionar sobre la familia como campo de batalla y sobre la búsqueda de la identidad en un mundo poco dado a la comprensión y el altruismo. Como en su primer filme en el cine indie estadounidense Cosas que perdimos en el fuego (2007), protagonizado por Halle Berry y Benicio del Toro, no hay personajes de una pieza, conclusiones fáciles y nos encontramos con mundos interiores complejos y contradictorios, aquí sumidos en un filme hermoso, duro y metafórico casi a partes iguales. Pero si allí se notaba demasiado la cámara nerviosa de Bier aquí logra un mayor equilibrio entre el fondo y la forma, a pesar de un exceso de pretensiones, un suspense algo descompensado  y varias capas de lectura. En el filme además vemos un excelso reparto destacando el trabajo de Mikael Presbrandt y los dos adolescentes enfrentados por las circunstancias y los prejuicios, situándose ambos en el terreno de la desilusión, la angustia vital,  la temprana inquietud y la  paradoja.

Estamos ante una obra mayor en la que solo estorban la composición algo alambicada del relato y la falta de unidad, ya que todas las interpretaciones son portentosas y la puesta en imágenes, por momentos,  hipnótica, desgarrada  e impresionante. Un filme que, tal vez, atraviesa demasiados nudos temáticos pero la realizadora, con una mirada a la vez tensa y segura, logra salir airosa de todos y cada uno con un mensaje entre el optimismo y la desesperanza. Ganadora del Oscar a la mejor película extranjera En un mundo mejor sigue siendo, hoy día, la mejor película de esta danesa dotada de conciencia social y nervio narrativo. Tras un breve paréntesis con la comedia romántica  algo insustancial Amor es todo lo que necesitas (2012) Bier vuelve al realismo social con Serena un filme de época  con un gran reparto encabezado por la actriz en alza Jennifer Lawrence.

Eduardo Nabal Aragón