Nidal: El sonido de una problemática

Nidal denuncia cómo la humanidad ha afectado al ecosistema de los animales, pero no en el sentido de los documentales expositivos que nos muestran datos duros o entrevistas a expertos del tema, sino más bien mediante la creación de una atmósfera sensorial para lograr una experiencia sensible que visibiliza cómo contaminamos el territorio de otras especies, incluyendo una manera tan invasiva como la acústica.

Cada año que pasa se acrecienta el interés y/o la preocupación que existe por la naturaleza y sus transformaciones y problemáticas, ya sea por parte de organizaciones de la sociedad civil, científicos, académicos y, por supuesto, del arte. En este contexto se enmarca Nidal (2021), la primera película dirigida por lxs realizadorxs Josefina Pérez-García y Felipe Sigala.

El argumento de este documental se concentra básicamente en las implicancias que han tenido las industrias inmobiliarias en el paisaje natural de la ciudad de Concón, Chile. Nos muestra una observación del territorio, sus objetos y los seres vivos que lo componen, por medio de varias imágenes de la ciudad, de la relación de esta con sus paisajes naturales, en particular de construcciones, automóviles, un tren, personas, las dunas, aves, la playa, perros, caballos, etc.

Uno de los factores formales interesantes de Nidal, radica, para mí, en la utilización de su banda de sonido. No existen diálogos, por lo que se hace fundamental el uso de la sonoridad ambiental. A lo largo de la obra se contraponen los sonidos que realizan los animales con los ruidos que son producidos por lxs humanxs, se puede percibir cómo los ruidos de autos o de la construcción van opacando los sonidos de la naturaleza. Vamos viendo, escuchando y entendiendo que todas las prácticas humanas son factores de contaminación acústica: actividades económicas, como las fábricas o constructoras; los medios de transportes; y el ocio o la entretención, ya sea el flash de una cámara fotográfica o los tan invasivos y emblemáticos fuegos artificiales de año nuevo de la quinta región de Chile.

Otro elemento importante es la duración de la película, que termina siendo un factor ambivalente. Por un lado, que durante alrededor de una hora veamos y escuchemos en todo momento las imágenes y los sonidos de contaminación hace que el ejercicio se vuelva repetitivo, entendiéndose su función ya en la primera parte de la obra, lo que puede provocar cierto desinterés en lxs espectadorxs hacia el final. Sin embargo, por otro lado, la extensión de la película puede lograr que tengamos una experiencia temporal que nos incomode, dado que actualmente nos hemos acostumbrado a tener varios estímulos por segundos, lo que ayudaría a comprender que los tiempos de otras especies son distintos; son otras formas de vida. Incluso esto se puede resumir en una sola escena de la película: un caballo en una autopista y todos los autos detrás tocando las bocinas para que el animal se apresure.

Nidal denuncia cómo la humanidad ha afectado al ecosistema de los animales, pero no en el sentido de los documentales expositivos que nos muestran datos duros o entrevistas a expertos del tema, sino más bien mediante la creación de una atmósfera sensorial para lograr una experiencia sensible que visibiliza cómo contaminamos el territorio de otras especies, incluyendo una manera tan invasiva como la acústica, y propone un cuestionamiento a nuestra propia cotidianidad, en tanto afecta a las diversas formas de vida de las especies que compartimos el mundo.

 

Título original: Nidal. Dirección: Josefina Pérez-García, Felipe Sigala. Guion: Matías Zuñiga. Producción: Felipe Sigala, Josefina Pérez-García. Fotografía: César Rivas. Montaje: Josefina Pérez-García. Casa Productora: Cine UDD. Año: 2021. País: Chile. Duración: 61 min.