Trenque Lauquen: El relato recobrado

A lo largo de Trenque Lauquen se han dado cita algunos géneros y de pronto no se sabe si lo que se ve pertenece al romance, al thriller, la ciencia ficción. Simplemente es lo novelesco que va conformando la película mientras se va exhibiendo y, al cabo de las mutaciones que se suceden, su descenlace tiene su propia lógica. Al contrario de la narrativa sacrificial o necrofílica de tantos directores, que tienen que matar a sus protagonistas mujeres como toque final que acaba el retrato femenino, aquí Citarella lo entiende como un principio que se concreta en dejar partir a sus mujeres, ya sea en fuga o por sustracción. Acá hay personajes femeninos que buscando emanciparse terminan por dar pie al relato.

“Second verse, same as the first

Jackie is a punk, Judy is a runt”

-Judy is a punk, The Ramones

 

Ricardo Piglia decía que un cuento siempre cuenta dos historias. Un relato invisible debajo de la trama textual era el cuento clave, el que en realidad contaba para la forma narrativa y así hacer de él un cuento a cabalidad. No es texto y subtexto, que vendría a ser un efecto temático, es un cifrado entre lo dicho y lo no dicho, entre lo aparente y el vacío que lo rodea. El cine, hijo de la serialización industrial, funciona de otra manera. Es una máquina que se debate entre la narración y la forma de la imagen. Una máquina del tiempo que es usada para hacer historias. Raúl Ruiz frecuentemente usó la estrategia de partir contando una historia que dejaba sin terminar, de la que salía una, otra y otra historia más, ad infinitum. Pero para él una historia no era necesariamente un conflicto o no necesariamente tenía que empezar o devenir en conflicto. Una historia puede empezar con un objeto, una cosa cualquiera, e incluso con el fragmento de algo: un hueso, un sonido, un libro, un recuerdo, ad infinitum nuevamente. Entre Piglia y Ruiz se ubica Laura Citarella. Pero antes de ella estuvieron Antonioni y el cine negro, por ejemplo, Otto Preminger.

La Laura de Preminger resuena en Trenque Lauquen como puede resonar para Twin Peaks, sin embargo ambos, la película argentina y la serie estadounidense convocan ese espectro de formas distintas. Lynch parte con Laura Palmer muerta, después la hace revivir al visitar su pasado en Fire walk with me o la desdobla en su prima y sobre todo en su limbo del cuarto rojo. La Laura primigenia es recreada en la puesta en escena de su muerte por su enamorado, el escritor. Sus otros amores, es decir, su novio, el detective que investiga el caso y hasta su sirvienta tienen una idealización propia de Laura. Laura de Preminger es un antecedente de la Carlotta Valdes de Hitchcock.

Antonioni, por su parte, también tiene sus desaparecidas/os, así como desencuentros de parejas, crímenes ocultos y revelados, crisis y dramas formales de lo visible. Puede jugar con lo que no se ve o hacer estallar lo material-objetual. Su cine es uno de callejón sin salida. Lynch ofrece una salida hacia otras dimensiones. Fellini hizo el orificio en la cuarta pared Antonionina que le permitió fugarse.

Entonces, ¿qué cuenta Citarella? La Laura de Laura Paredes (la actriz que la interpreta) parte como mujer desaparecida, buscada por dos hombres, relato y proyección de dos enamorados, que tienden a mal avenirse el uno del otro. Rafael, el novio, busca explicaciones y no las encuentra hasta que da con alguna. El otro, el “amigo”, Chicho, está perplejo. Para uno, ella está loca o se volvió loca, el trabajo la absorbió, la incompletitud del trabajo de campo le hizo obsesionarse y perder la razón, él se tendrá que hacer cargo de los entuertos que dejó la estela de la desaparecida en el sector donde trabajó y la tuvo de residente. Para el otro, ella es una evocación aventurera, el quiebre del aburrimiento provinciano. La triangulación queda definitivamente desequilibrada cuando la película cuente la parte de ella. Cuando Laura narra su parte, más encima contada en una grabación radial que no se emite, resulta ser más bien una despedida que le da a una amiga, no a los novios.

Esa historia que cuenta Laura es el cuento que conforma el relato escondido de la segunda parte de Trenque Lauquen. Es otro triángulo, con Laura primero como testigo y después incorporada, recibida, en la casa de una pareja de mujeres que mantienen en secreto cutiverio una criatura. La criatura de la laguna es el trasfondo de lo que no se pero se intuye en la narración de la segunda parte. Esto se contorsiona y convierte, como un fundido o como la oscilación del agua estancada, en espejo del relato oculto de la primera parte, el relato elaborado, ficcionado, a partir de las viejas cartas encontradas al interior de muchos libros.

Alguien escondió cartas dentro de los volúmenes que se encuentran en la biblioteca municipal de Trenque Lauquen. Son descubiertos y luego extraídos por Laura, quien luego hará cómplice de su enigma a Chicho. Entre ambos elucubran una historia amorosa -el material literal está ahí, en las cartas, ellos solo tienen que leer, interpretar y formular teorías- que pronto la película pone en imágenes: Chicho se ve a él mismo como el amante de las cartas, casi como parte de un film de época. Pero antes de que la representación se tiente de tomar el dominio narrativo, llevando la película a terrenos de Rivette o Hugo Santiago, las voces de Laura y Chicho no pierden importancia, puesto que son sus lecturas en voz alta las que permiten espaciar su mundo diegético del que proponen las cartas. Ese cuento bajo la historia de Laura y Chicho se podría llamar “cartas y vals”, ya que es muy preponderante cierto tipo de música para animar esas escenas.

Recapitulando: hay, entonces, un nivel que es el de la búsqueda del novio, dentro de este se encuentran los recuerdos de Chicho y en esa memoria afectiva se halla la narración de las cartas, donde Laura surge como principio activo, y donde se comparte la lectura que arma otra línea narrativa subyacente: las cartas literales o entonadas con vals, llevadas, en otro nivel más bajo, a otro tipo figurativo, el de imágenes de época.

De esas profundidades -o aperturas dentro del libro- emerge la segunda parte, aunque también se puede decir que surge de una bifurcación al final de la primera parte. El enigma de la laguna es enunciado por primera vez, casi al pasar, como una noticia bizarra, pero que se hará cuerpo narrativo en la segunda parte, junto con resolver lo que pasó con Laura, por su propia boca. Al final, pero antes del comienzo de la película, es decir, antes de que empiece la búsqueda de Laura por parte de su novio, es que se termina por evacuar el sentido narrativo de la película y esta cae en otro registro. Como en Antonioni, basta un movimiento de cámara para que un cuerpo se esfume, cuando la máquina que registra toma una autonomía que abandona al relato. El tiempo y espacio del segmento final se enrarecen, es cuando la película deja su estructura enrevesada, ese clasicismo propio de la productora El Pampero (o a la Tarantino, por dar un nombre más universal) y abraza de lleno el cine moderno, el del vagabundeo, la percepción alterada, las temporalidades eclosionadas dentro de un mismo plano.

A lo largo de Trenque Lauquen se han dado cita algunos géneros y de pronto no se sabe si lo que se ve pertenece al romance, al thriller, la ciencia ficción. Simplemente es lo novelesco que va conformando la película mientras se va exhibiendo y, al cabo de las mutaciones que se suceden, su descenlace tiene su propia lógica. Al contrario de la narrativa sacrificial o necrofílica de tantos directores, que tienen que matar a sus protagonistas mujeres como toque final que acaba el retrato femenino, aquí Citarella lo entiende como un principio que se concreta en dejar partir a sus mujeres, ya sea en fuga o por sustracción. Acá hay personajes femeninos que acaban por emanciparse, por dar pie a las distintas historias que conformaran al relato, su condición es terminarlo y desaparecer. Entendiendo que no se asocia el dasaparecimiento con la aniquilación. Simplemente es dejar la ficción, terminar el relato. El sentido espectral de Laura escapa hacia la realidad, pero no una realidad ontologica o neorrealista, es un más allá del relato, algo que está por fuera de la ficción y por eso no importa. O no debería importarnos a los espectadores como les importa a los dos  hombres. Lo importante es el relato y los personajes. El axioma sería: una mujer es una mujer (real), un personaje femenino es una ficción. Rafael y Chicho buscan su ficción de Laura, y en el camino son desdichas sus versiones sobre qué pasó con ella, algo que es subrayado en un diálogo entre ellos. Dicho por mí suena a pesimismo o culpabilidad, pero no es así. La película apunta a una ligereza, a una emancipación y, también, a mantener el enigma.

Lo que se termina por desentrañar deja corta las implicancias del enigma porque es territorio de las emociones. Trenque Lauquen convoca emociones que opté por no contar porque no puedo. La película todavía no termina de girar en mi cabeza y basta -para terminar este texto lleno de aliteraciones premeditadas- apuntar una referencia que por razones estratégicas no puse al principio. Trenque Lauquen, aparte de refractar las películas y autores citados arriba, y de ser parte de esa productora o fábrica de relatos llamada El Pampero Cine, es también una variación de Ostende (2011), un film de balneario, trabajo anterior de Citarella que se sostiene como espejo invertido de muchos elementos de este, una obra mayor del cine latinoamericano de este siglo.

 

Título original: Trenque Lauquen. Dirección: Laura Citarella. Guion: Laura Citarella, Laura Paredes. Fotografía: Yarara Rodriguez. Montaje: Miguel de Zuviría, Alejo Moguillansky. Música: Gabriel Chwojnik. Productora: El Pampero Cine. Reparto: Laura Paredes, Elisa Carricajo, Verónica Llinás, Ezequiel Pierri, Juliana Muras, Cecilia Rainero. País: Argentina. Año: 2022. Duración: 260 min.