What Did Jack Do?: Esa extraña cosa llamada amor

La fábula de What did jack do? parece absurda, pero en general todas las fabulas parecen inicialmente absurdas. No deberíamos olvidar que la productora de Lynch lleva el nombre de Absurda y que el término absurdo posee un pasado obliterado, proveniente del latín y del lenguaje de la música, se utilizaba para describir sonidos desagradables al oído. Absurdus era el adjetivo idóneo para cualquier sonido desafinado, discorde o ininteligible que no guardase armonía con lo que sonaba.

Hace ya muchas décadas atrás, el director, guionista y productor Mel Brooks describió el aspecto y el carácter de David Lynch como el de un “Jimmy Stewart venido de Marte”. Brooks, humorista acido, al borde del delirio en ocasiones y de la vulgaridad en otras, fue capaz de percibir algo inusual en aquel sujeto con aspecto de niño explorador y espíritu de artista decadentista en los últimos años de la década de los 70. Un joven Lynch, con aspecto similar a un delgado Dorian Gray, emerge un tanto dañado de su primer largometraje que demoro más de cinco años en terminar y en donde, como un viejo artesano, construyo todo a mano: Eraserhead (1977). Frente al triunfo del arte conceptual y el supuesto fin de la pintura, Lynch opone la manualidad, lo retiniano, la espesura matérica y el misterio.

Brooks, un tipo serio a la hora de contar el dinero y brillante en sus elecciones de colaboradores, escoge al pequeño prerrafaelista y lo involucra en un filme aparentemente muy distinto a su primer vástago: The Elephant Man (1980). Un hibrido de tinte victoriano, melodrama de vocación humanista y secuencias siniestras que emergen desde la niebla instalaría a Lynch en una calidad incomoda de realizador con vocación de artesanía y manualidad, a la vez que en un autor sofisticado para para la industria (la mano o, mejor dicho, el ojo de otro artesano deja su marca en este filme: el inglés Freddie Francis, hijo predilecto de esa factoría de la manualidad gótica que fue la Hammer Films).

Lynch se asemejaba al chiste de Brooks. En apariencia era un buen tipo, un americano de los 50, un boy scout que recibió una medalla de Kennedy, una figura salida de una ilustración de Norman Rockwell, aunque todos sabemos que su interior se sentía más identificado con la melancolía de Hopper o la angustia de Kokoschka. Su aspecto de tipo simple y desaliñado fue siempre engañoso, y con el tiempo su cuerpo fue encarnado las peculiaridades de su carácter y su obra. Su peinado devino en una compleja red, que pareciera no deshacerse nunca y que mantiene un precario equilibrio y perfección. Solo el filósofo rumano Emil Cioran fue capaz de mantener tal estilo de peinado y hacer parecer que este era casual. En las fotografías de Helmut Newton de 1988, ya podemos encontrar a otro Lynch, más oscuro y violento, acompañado de Isabella Rossellini, con un look que se ira perfeccionando con el paso del tiempo.

Ahora, en su último trabajo exhibido al público, What did jack do?, Lynch ha devenido de un Jimmy Stewart de Marte a una especie de Robert Mitchum de la dimensión X. Pero ya en 1983 Newton realizó una fotografía a Lynch junto a Isabella Rossellini en donde se puede ver cómo surge su nueva apariencia.

La fábula de What did jack do? parece absurda, pero en general todas las fabulas parecen inicialmente absurdas. No deberíamos olvidar que la productora de Lynch lleva el nombre de Absurda y que el término absurdo posee un pasado obliterado, proveniente del latín y del lenguaje de la música, se utilizaba para describir sonidos desagradables al oído. Absurdus era el adjetivo idóneo para cualquier sonido desafinado, discorde o ininteligible que no guardase armonía con lo que sonaba.

No es que What did jack do? sea un cortometraje que sea desagradable al ojo humano, extrapolando la noción de absurdo desde el oído al ojo, sino más bien -y como buena parte de la obra de Lynch- parece tener una tendencia a la disonancia, a la extrañeza audiovisual, experiencia que para muchos espectadores termina convirtiéndose en una molestia, una suerte de cacofonía de las imágenes, si las comparamos con la mayoría de los filmes en donde lo narrativo y lo visual comparten la orientación de la imagen domesticada.

Un mono, llamado Jack Cruz, es interrogado por un detective como sospechoso de un asesinato. La clave del crimen sería una gallina llamada Toototabon, de la cual Cruz está enamorado a la manera de los personajes de Lynch, es decir, locamente enamorado. Salvajemente, como el Sailor de Nicholas Cage, lo estaba de la Lula de Laura Dern en Wild at Heart (1990). Sailor es salvaje de corazón y se enamora solo como es posible a su naturaleza, estúpidamente, enloquecidamente, musicalmente. En los filmes de Lynch el amor va acompañado de su propia banda sonora, Sailor canta “Love Me Tender” de Elvis a su enamorada. Jack Cruz, mono capuchino, asesino y enamorado, le interpreta “True Love’s Flame”:

                          True love’s flame

                          Burns so bright

                          It’s love’s delight

El argumento es minúsculo, una pequeña historia de amor enloquecido, un crimen de tono pasional, un interrogatorio a un pequeño mono capuchino, y un detective de actitud distraída y diálogos pronunciados de manera morosa, como si se tratasen de formulaciones mágicas o metafísicas, una estrategia de Lynch que produce un extraño efecto al oído del espectador. Aquellos que ya han entrenado su oído con los diversos diálogos lynchianos se han dado cuenta que nos enfrentamos a un seguidor de la hermandad patafísica.

Todo este interrogatorio acontece en un espacio reducido, apretado, anguloso, como la peculiar casa donde Robert Mitchum seduce y asesina a Shelley Winters en The Night of the Hunter (Charles Laughton, 1955). Al parecer se trata de una estación de ferrocarriles abandonada, los dos personajes se encuentran sentados en torno a una mesa, tras ellos pegada a un muro una fotografía de tono industrial ofrece una minimalista cita de un trompe-l'œil. Los personajes son grabados en un plano general cerrado y luego sus diálogos van siendo intercalados a la manera clásica del interrogatorio, pasando del rostro del detective al del mono capuchino. El pequeño sospechoso habla sin problemas con el improvisado detective y el efecto se delata inmediatamente, pues, como en todos los filmes de Lynch, el efecto es un truco que debe transparentarse al espectador. No se intenta construir una fisionomía realista de un mono capuchino que habla, tampoco se pretende traducir sus pensamientos, eso sería realmente lo ridículo y engañoso. Delatar el truco y no hacerlo pasar por efecto especial, es decir, por simulación de lo real, es la ética estética del cine de Lynch y aquello que paradójicamente, al estilo de la patafísica, ofrece el mayor efecto de inquietud en sus imágenes.

El corto culmina como lo hacían las antiguas películas mudas, cuando aún no existía final en el cine y la literatura no había logrado contaminar a la joven tecnología con su retórica. Cuando aún no se sabía cómo terminar un filme lo único que restaba era usar un deus ex machina de baja estofa: un pastelazo en el rostro, una buena serie de golpes o, simplemente, una persecución acompañada de una musiquilla corriente pero efectiva. Lynch instala su carrera, y por un momento pareciera que volvemos al momento en donde el cine aún no quería terminar y todo podía resolverse con una absurda persecución.

 

Título original: What Did Jack Do? Dirección: David Lynch. Guion: David Lynch. Fotografía: Scott Ressler. Montaje: David Lynch. Reparto: David Lynch, Emily Stofle, Jack Cruz, Toototabon. País: Estados Unidos. Año: 2020. Duración: 17 min. Distribución: Netflix.