Después de la tormenta (2): Tras la tormenta viene la familia

Antes de que el director japonés Hirokazu Koreeda conquistara la Palma de Oro en el Festival de Cannes de este año con Shoplifters (Ladrones de tiendas, 2018) -que en Chile pudimos ver un par de meses después en Sanfic-, en su película anterior Después de la tormenta (2016), que por estos días está en cartelera, ya conmovía al espectador con historias de vínculos familiares y de personajes marginales o desadaptados llenos de humanidad.

La familia es para Koreeda el microclima en el que se desarrolla la acción, que en Después de la tormenta aún se mantiene en el paradigma tradicional, pero que en su última película supera los vínculos sanguíneos para ampliarse hacia los afectos generados y los familiares elegidos. En ambas es la figura de la abuela matriarca en torno a la cual se vincula el resto de los personajes y de quien los familiares intentan aprovecharse, viviendo a costa de su pensión, hurgueteando en sus cajones para encontrar algún objeto de valor que empeñar para sacar dinero, haciéndola cocinar para la propia familia o pagar las lecciones de gimnasia artística de una de las nietas.   

Cada vez que Ryota va a la casa de su madre viuda, revisa su closet y busca entre su ropa por si esconde algún dinero, tal como lo hacía su padre, que solía encontrar sus escondites y quedarse con sus ahorros. Para darle una lección a Ryota, su hermana le pone trampas, como sobres con cartones en vez de billetes dentro de una media con una nota para poner en evidencia que lo sorprendió en sus torcidas intenciones. Sin embargo, en Ryota convive, junto al aprovechador, un espíritu bondadoso que es capaz de darle dinero a su madre para que compre discos de música clásica aunque esté quebrado, sólo para que ella no recuerde el dolor por el que la hizo pasar su padre por las estrecheces económicas.

De niño, Ryota era la estrella de su clase, pero de adulto es considerado por su familia -con ironía- como “un gran talento”, que nunca floreció. Como el arbusto que su anciana madre tiene en el balcón de su departamento, que no da flores ni mandarinas, pero que ella de igual forma riega todos los días “como si fueras tú”, le dice a su hijo, que cree que él es de los talentos que florecen tarde, mientras ella considera que ha tardado demasiado en florecer. Parte de la reflexión de Ryota durante el desarrollo de la historia tiene que ver con cuestionarse por qué su vida resultó así, si es quien quería ser, qué tipo de futuro sirve para él. A su propio hijo le asegura que no es tan fácil convertirse en el hombre que se quiere ser.

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Ryota quería ser novelista, pero sólo escribió una novela, “La mesa vacía”, para luego dedicarse a ser investigador privado en una oficina de poca monta y a extorsionar con fotos comprometedoras a sus clientes a cambio de dinero, que en vez de gastar en la pensión alimenticia de su hijo que debe pagarle a su ex mujer (a la que no termina de olvidar), se dedica a apostar en carreras de bicicletas que nunca gana. Suele inventar que está escribiendo su próximo libro, cuando apenas le han ofrecido escribir un manga y le sugieren que si lo hace, mejor lo firme como anónimo para no desperfilar su alicaída carrera literaria.

La sombra del modelo del padre jugador y mentiroso pesa demasiado sobre los hombros de Ryota (no quiere terminar como él, tal como le pasa a su propio hijo, que sin embargo se le parece en su anhelo de ser funcionario público), que vive su propia paternidad de manera irresponsable y sin poder acercarse a su hijo Shingo por no pagar su pensión alimenticia. Hasta el punto de interceptarlo en el baño de un restaurant donde el niño está comiendo con su madre y su nueva pareja, sólo para verlo.

Ante la imposibilidad de estar presente en su práctica de beisbol, echa mano de sus habilidades como detective privado y para acercarlo usa los  binoculares; los mismos que utiliza para espiar a su exmujer y a su novio, sin conformarse con el hecho de que ella esté rehaciendo su vida con un hombre que, además, trata de alejar al hijo de su padre.

Hay también en Después de la tormenta una revisión del rol masculino tradicional, que en el caso de Ryota queda cuestionado al ser incapaz de ser un adecuado proveedor y de ejercer la paternidad, que por momentos queda subyugada al pago de la pensión alimenticia; la propia abuela reflexiona en esta lógica, que los hombres cada año son menos hombres. No por nada en la oportunidad que Ryota tiene de estar con su hijo, lo que hace es comprarle unas zapatillas (aunque no tenga los ingresos para hacerlo) y llevarlo a comer hamburguesas (aunque ello implique que él se prive de comer una), como si proveyéndolo reconstruyera su identidad de padre. Más cuestionado se ve al ser su exesposa una mujer que trabaja, y mucho, hecho que la abuela destaca como la capacidad de mantenerse a sí misma, diferenciándola del estereotipo de mujer tradicional y de su propia situación que la hizo quedar siempre expuesta a las inestabilidades económicas a las que la sometió su marido.

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Tal como en Shoplifters, en Después de la tormenta la comida juega un rol importante, como el rito que permite reunir a la familia en torno de una mesa y compartir los alimentos, las conversaciones y las cotidianeidades. En ambas películas los espacios son estrechos en los pequeños comedores/livings de las casas y los cuadros son apretados y llenos: en ellos apenas caben los integrantes de las respectivas familias, casi saliéndose del encuadre.

Así como la comida reúne a la familia, la llegada de un tifón permite que el pequeño departamento de la abuela sea el lugar donde apretadamente pasarán la noche Ryota, su hijo Shingo, su exesposa y la abuela, como antes de la separación de la pareja. Por supuesto, habrá comida para pasar la tormenta que azota allá afuera, fotos del recuerdo de la niñez de Ryota que la abuela comparte con su exnuera, juegos de salón e intentos de reconstrucción familiar que no prosperan, porque el escritor frustrado sabe, y siempre supo, muy a su pesar, que su naturaleza irresponsable los llevaría a seguir caminos por separado.

La intimidad de la noche de la tormenta sí trae una oportunidad, como dándole la razón a la abuela que cree que no se puede encontrar la felicidad sin dejar ir algo, la de forjar una relación padre-hijo, revisitando la propia niñez y la relación respectiva con el padre/abuelo para proyectar un nuevo vínculo. Habrá un pequeño rito que Ryota realiza con Shingo que su propio padre realizó con él, que hará que las cosas puedan ser distintas después de la tormenta.

 

Nota: 8/10

Título original: Umi yori mo mada fukaku. Dirección: Hirokazu Koreeda. Guión: Hirokazu Koreeda. Fotografía: Yutaka Yamazaki. Reparto: Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yôko Maki, Lily Franky, Isao Hashizume, Sôsuke Ikematsu, Satomi Kobayashi, Taiyô Yoshizawa. País: Japón. Año: 2016. Duración: 117 min.