En tránsito: Los géneros, la precariedad, la clase

Son varias las aproximaciones a lo trans en el cine chileno de los últimos años. Con heterogéneas intensidades, intenciones y profundidades narrativas y políticas, las identidades trans han aparecido desde la ficción, el documental y el cruce de ambos. Esta vez, desde una posición documental, En tránsito articula un relato coral de cuatro personas trans que exponen las dificultades de vivir un tránsito de género en Chile.

Las historias de Matías, Patricia, Gis y Mara se entremezclan para representar distintos géneros, segmentos etáreos y diferencias sociales que nunca dejan de remarcar una cuestión de fondo: lo difícil que sigue siendo para una persona trans desenvolverse en la sociedad cuando no hay leyes que la protejan, ni consensos sociales sobre su aceptación. En ese sentido, el documental pareciera no esconder su carácter informativo o pedagógico, y se extiende en amplios relatos sobre la discriminación que viven sus protagonistas en todo ámbito: familiar, escolar, social y laboral.

En términos narrativos el documental no corre demasiados riesgos en su planteamiento. Busca exponer a través del seguimiento de la vida cotidiana y el desplazamiento diario de sus personajes, las preguntas, dificultades, encuentros y desencuentros con los que conviven. La historia se cuenta desde el principio: cómo cada quien «descubrió» la transexualidad, como vive o vivió el tránsito, la relación con la familia, el trabajo, y algunos destellos sobre el deseo y las relaciones sexo-afectivas. La depresión, el fantasma del suicidio, la discriminación y la rotura de los vínculos aparecen como noticias recurrentes de la situación de desamparo y precariedad de los protagonistas, que luchan en su mayoría por el cambio de su nombre y sexo registral, el acceso a las hormonas o las intervenciones quirúrgicas.

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Creo que el principal valor de En tránsito está más en la profundidad de la vida de sus protagonistas que en su construcción argumental y estética; en la diversidad de posiciones que se funda en la densidad de la propia experiencia de sus personajes y que permite observar de manera clara el componente de clase, por ejemplo. La discriminación y la dificultad de vivir un tránsito de género es mayor cuando hay que enfrentarse al sistema público educativo y de salud, a la precariedad laboral o a espacios familiares poco comprensivos y poco sostenedores, cuando las hormonas no son de la marca original o cuando la atención en salud mental es escasa.

En lo referido a los entramados familiares, son particularmente interesantes las historias de Matías y Gis. El primero, el más joven de todos (aun menor de edad y único trans masculino) muestra en paralelo dos realidades de la relación padre-hijo. De un lado la relación con el padre biológico que es distante y accidentada, de hecho entre ambos no existe reconocimiento, y el padre mientras estuvo presente obligó a Matías a comportarse y vestirse como una niña. Del otro lado, el padrastro que se apropia del lugar de padre sanguíneo, precisamente porque acepta la identidad de su hijo. En el caso de la historia de Gis, de género fluido, es quien aporta, probablemente, las inflexiones más interesantes en términos políticos. Sabemos que a pesar de tener dos madres igualmente vive dificultades en su tránsito, y es, nuevamente, la madre biológica la que resiente en mayor medida su identidad. Lo interpela porque no se convertirá en madre, y por sobre todo muestra que tampoco una familia fundada en la relación de una pareja de lesbianas es garantía de aceptación ni mayor diálogo o apertura. La relación de ellas dos fue durante mucho tiempo «un secreto» para su hijo. Un no dicho.

Como dije antes: hay hebras muy profundas en los relatos de los protagonistas que quedan algo desperdigadas o, mejor dicho, asimiladas en una narración mas bien convencional, que sacrifica explorar otras temáticas dentro de la vida de una persona trans al mostrar la precariedad y la dificultad como foco. Es una opción válida, por cierto, necesaria en términos de discurso público, pues sabemos las deudas aún pendientes con la población trans, pero que pierde la posibilidad de articular otras tramas, tanto sobre lo trans como en lo cinematográfico. Los relatos, de hecho, quedan algo desbalanceados y, a veces, nos encontramos con largas escenas de hechos cotidianos que, si bien entregan información sobre la vida de los protagonistas, resultan algo reiterativos.

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Es imposible eludir lo que significa para el documental la muerte de Mara Rita. Lo intempestivo de este acontecimiento aparece como un evento que obliga a poner los ojos en ella y a centrar escenas, imágenes y reflexiones en torno a su figura. Y es que tampoco Mara Rita era cualquier personaje: poeta, además de profesora y activista, era conocida y reconocida entre compañeras y compañeros de universidad, por su libro Trópico mío, y entre quienes convergían en OTD (Organización Trans Diversidades) en búsqueda de apoyo y acompañamiento a su transición de género. Esto desorganiza en cierta medida el orden que pareciera el documental se había dado a sí mismo; pero como mencionaba, es ineludible y nos deja con una sensación de aún mayor fragilidad sobre la realidad que se nos muestra.

Me parece que En tránsito y los intentos previos al abordaje de lo trans en el cine chileno nos ponen ante la pregunta por el momento en el cual nos encontramos. Tenemos un material acumulado que permite observar tendencias, faltas, insistencias. Quizás es tiempo de exigirnos más que la visibilización y correr más riesgos. Sabemos que el tema no es sencillo pues hay también desde la mirada de quien filma una posición sexuada, pero es allí que la apuesta por un punto de vista que explore temáticas feministas, por ejemplo, cobra mucha relevancia. Darle importancia y visibilidad al tema también se juega en cuán profundo exploramos, investigamos y extendemos las preguntas. En cuánto nos jugamos la posibilidad de complementar los relatos sobre la precariedad con interrogantes sobre la familia tradicional, la fluidez de los géneros, el factor etáreo, las relaciones sexo-afectivas, el componente de clase o el tránsito permanente que un tránsito de género podría significar en términos identitarios. Me parece que tenemos un piso suficiente para empezar a articular nuevas preguntas. Creo que es necesario que desde el lado de quien construye un dispositivo cinematográfico (y también crítico) tomemos mayores riesgos; pues, en el fondo, eso no es otra cosa que exigirnos «desde acá» un mayor compromiso, la necesidad de estar informados, de cuestionarnos y no solo «dejar hablar» a los protagonistas o mostrar las caras más evidentes de sus desventuras. Hacernos cargo de los no dichos y no perpetuarlos en sus silencios.

 

Nota comentarista: 6/10

Título original: En tránsito. Dirección: Constanza Gallardo. Guión: Constanza Gallardo. Producción ejecutiva: Felipe Garrido. Producción: Felipe Garrido, Constanza Gallardo. Producción general: Mariana Tejos Martignoni. Fotografía: Raúl Moncada. Montaje: Constanza Gallardo, Tania Ramírez, Felipe Garrido. Música: Pablo Cid, Juan Pablo Núñez. País: Chile. Año: 2017. Duración: 65 min.