Informe FEMCINE XIII: Refugio para las mujeres y sus relatos propios

Visionar los cortos y largometrajes que propone FEMCINE permite agudizar la mirada sobre la forma de representar a “las mujeres”, sus diversidades y particularidades, la fuerza de los personajes femeninos y sus propias agendas, la búsqueda de nuevos lenguajes y estilos cinematográficos, la experimentación y formas de producción independiente o alternativa. En muchos casos se propone también un enfoque interseccional para mostrar voces que no suelen aparecer en la pantalla y evidenciar las distintas violencias y discriminaciones que se intersectan, que suman al género la clase, la etnia, la orientación sexual, el lugar geográfico.

En todos estos años, el Festival de Cine de Mujeres FEMCINE —que ya llega a trece ediciones—, ha generado un espacio fundamental de exhibición de cine feminista, para enfrentar el poder de los relatos hegemónicos y la persistente brecha de género entre hombres y mujeres – dado que en la industria cinematográfica no hay una excepción a lo que ocurre en la sociedad toda-  proponiendo otras miradas y cines posibles, donde las mujeres y sus formas de habitar en el mundo sean representadas por ellas mismas en su diversidad.

Como una forma de contrarrestar la subrepresentación de las mujeres a nivel de dirección y también en otros roles en la industria —que, a pesar de los avances en la visibilización de las desigualdades, se mantiene—, en el cine de mujeres y feminista se reivindica la primera de las autonomías, la del cuerpo, así como las luchas por una igualdad no sólo sustantiva, sino de resultados para la construcción de sociedades más justas e igualitarias, libres de violencia y discriminaciones interseccionales. 

Visionar los cortos y largometrajes que propone FEMCINE permite agudizar la mirada sobre la forma de representar a “las mujeres”, sus diversidades y particularidades, la fuerza de los personajes femeninos y sus propias agendas, la búsqueda de nuevos lenguajes y estilos cinematográficos, la experimentación y formas de producción independiente o alternativa. En muchos casos se propone también un enfoque interseccional para mostrar voces que no suelen aparecer en la pantalla y evidenciar las distintas violencias y discriminaciones que se intersectan, que suman al género la clase, la etnia, la orientación sexual, el lugar   geográfico.

La película independiente La Tana (La guarida, 2021), ópera prima de la joven realizadora italiana Beatrice Baldacci, se quedó con el premio al Mejor Largometraje Internacional de FEMCINE, por su calidad fílmica y su bien desarrollado guion, que de un tono de coming of age y de primeras experiencias sexuales y afectivas, da un impresionante giro hacia una reflexión existencial, desde la mirada de una joven enojada con la vida por una razón más que justificada, interrogante que de a poco se irá aclarando.

Desarrollada en el programa de la Biennale College Cinema y estrenada en el Festival de Venecia en 2021 —logrando el premio de la prensa extranjera de Hollywood—, La Tara encuentra su antecedente en su cortometraje autobiográfico Superhéroes sin superpoderes de 2019, que fue premiado en la sección Orizzonti de Venecia, donde Beatrice Baldacci rescata archivos de videos familiares como fragmentos de memoria para recordar a su madre fallecida por un trastorno neurodegenerativo.

En La Tana, su primer largometraje, una arisca y agresiva joven Lia vuelve a su casa de campo familiar abandonada hace años y en su primer encuentro con su vecino Giulio en el río en medio de una bucólica naturaleza, expresa una agresividad y rabia contenida al tratar de ahogarlo sin conocerlo y luego, desnuda, lo insta a besar su sexo sin siquiera haber entablado una conversación con él. 

El antecedente autobiográfico de Beatrice Baldacci se traslada a su largometraje de ficción cuando a medida que va avanzando una oscura y extraña relación entre los dos, marcada por actitudes al límite de Lia como manejar de noche con las luces apagadas o proponerle a Giulio jugar a retroceder sin mirar hacia un acantilado, va apareciendo un dolor profundo que la carcome y que, en parte, explica su errático comportamiento. No ha viajado sola a su casa, sino con su madre en estado vegetativo, con la secreta esperanza de hacerla conectar con la alegría del campo y de la que fuera su casa, rodeada de un maravilloso jardín lleno de flores y vegetación, como si fuera un refugio o la guarida a la que alude el título de esta sorprendente, emotiva y atrapante película.

A sus treinta años, la directora y guionista Beatrice Baldacci logra instalar en la segunda parte de La Tana una pregunta de corte existencial sobre qué es lo que hace humana a una persona, cuya presencia vegetativa y en estado de inconsciencia —incluso estando en lugares que apelan a sus años felices, como la casa en el campo— representa un duelo adelantado en que su liberación puede llegar a significar el mayor acto de amor.

La maternidad o la ausencia de ella, también es tema en el largometraje Les enfants des autres (2022) de la directora francesa Rebecca Zlotiwski, exhibido en FEMCINE ante la emoción de un público mayoritariamente femenino presente en la función. Aunque a Rachel le enorgullece ser parte de la comunidad de mujeres sin hijos, el paso del tiempo y la escasez de folículos en sus ovarios le imponen urgencia a su tardío deseo de ser madre, que no postergó por su carrera como dicta el chiclé, sino por el trauma de no haber podido desarrollar un vínculo madre-hija con su propia progenitora, que murió cuando ella tenía apenas nueve años.

La oportunidad de una nueva relación con un hombre separado y con una pequeña hija, Leila ("Mi noche" en árabe, como cariñosamente la llama su padre antes de ir a dormir), desarrolla en la protagonista una proyección maternal con la niña en que la directora francesa se encargará de ir evidenciando en pequeños detalles que finalmente no es su hija biológica, como señala adecuadamente el título de la película exhibida en FEMCINE: Los hijos de otros.

Es Rachel la que se irá adaptando a los horarios de paternidad de él y a las actividades de la pequeña, que con el tiempo irá desarrollando un afecto sincero en esta relación de sandwich (los tres jugaban a un abrazo colectivo), donde su posición no es estar en el centro. Con una sensibilidad de la dirección femenina puesta en pequeños gestos o incomodidades que van surgiendo en Rachel (que especialmente las espectadoras podrán identificar, acaso reconociendo experiencias propias), se va sintiendo excluida de la vida familiar de su nuevo amor. El mejor ejemplo es el cumpleaños de Leila que su novio y su ex esposa realizarán en el campo de los padres de ella, a la que Rachel no fue invitada, porque a fin de cuentas siempre será una extra y no la madre protagonista. 

Ya sea la llegada de su sobrino, el vínculo protector con su alumno más rebelde o la relación con Leila, siempre se trata de los hijos de los demás y no propios, pero aun así Rachel es capaz de entregar afecto maternal y, sobre todo, desarrollar amor propio como una mujer completa en sí misma.

Las jóvenes internas del Centro de Menores de Bogotá siempre salían con cuentos y relatos inventados durante los cinco años en que los directores colombianos Claire Weiskopf y  Nicolás van Hemelryck realizaron talleres de documentales con ellas, lo que dio pie para que imaginaran la historia de una compañera de clase ficticia que se convirtió en el documental Alis (2022), doblemente ganadora en el Festival de Berlín de 2022, con el Premio Oso de Cristal a Mejor Película en la Competencia Generación 14 plus y el Teddy award.

Como en un proceso psicológico de proyección en que se atribuye a otras personas virtudes y defectos que en realidad son propios, el sencillo ejercicio de hablar de un personaje imaginario frente a una cámara fija hizo posible que muchas veces afloraran características de las jóvenes privadas de libertad disfrazadas de historias ajenas, las cuales habría sido casi imposible que narraran en primera persona.

De esta manera se fue armando de manera colectiva el perfil de una Alis que terminó en el centro cerrado de internación porque vivía en la calle tras haber sido abandonada por sus padres, escapó de los golpes, del abuso sexual de sus familiares o de la prostitución, cayó en la adicción a las drogas, pasó hambre y frío al no tener hogar.

Sin embargo, las preguntas de la directora y el director que guían las conversaciones con las chicas, son tan cercanas, generan tanta confianza y las instan a explayarse, que surgen también sus sueños de amor hetero y lésbico, sus gustos musicales, los intereses propios de las adolescentes, sus anhelos de un mejor futuro que la vida dura que han tenido que sobrellevar.

Habrá sido parte del efecto pandémico el que Julia, la madre del director del documental argentino Julia no te cases (2022), Pablo Levy, le contó en honestas conversaciones telefónicas a su hijo menor pasajes de su vida con su padre, con el que tuvo cuatro hijos y tres separaciones, que fue parte de la sección “Ellas por ellos” de FEMCINE.

Con una valentía que sorprende, tal vez animada por el relajo de conversaciones telefónicas —y no tener una cámara delante— al principio grabadas sin consentimiento y la revisión de las vidas propias que gatilló el encierro, Julia recorre liberada de prejuicios su vida amorosa y su matrimonio con “el Negro”, que el mismo día de la boda la regañó por no estar maquillada generándole una crisis de angustia, al punto que su madre le dijo que no se casara (por eso el título de la película). Después del casamiento en la tradición judía, la pareja se devolvió antes de su luna de miel porque se aburrían juntos. Un evidente mal augurio. 

Sería el principio de un matrimonio en que ella tenía la aspiración del amor romántico y él no era capaz de verla; su rol era la protección, era el proveedor. Y ella, cuando mejor lo pasaba, era estando embarazada. El resto del tiempo, se aburría. Por insistencia de ella, una vez fueron al cine y él prefirió no ver la película y esperarla afuera. Definitivamente, eran dos mundos en oposición. 

Fue en la ceremonia del bar mitzvah de otro de sus hijos, Ariel, y por la cual volvió a vivir con el Negro luego de su segunda separación, donde se vio expuesta por su hijo a las bromas sobre su condición de mujer mantenida por el marido, en un entorno social de altos ingresos y donde era mal visto el divorcio. 

Las películas domésticas son recuperadas por el director en el interés de conocer cómo era su familia antes de que él naciera, en una actitud valiente también (al igual que la de su madre) al incorporar el testimonio en la voz en off de su hermano mayor que escuchaba las discusiones en la madrugada de sus padres por la llegada de un cuarto hijo, deseado por ella, pero no por él. Julia no te cases es una arrojada apuesta por navegar en las imposiciones de una época patriarcal y las contradicciones propias de una mujer que fue formada para ser madre y esposa, y no en la autonomía personal.