Informe XXIII Festival de Valdivia (2) : Viejo calavera

 

Bastaron los 10 minutos de su presentación en el work in progress del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) realizado en abril de este año, para dejar claro que la fotografía de la película de ficción boliviana sobre mineros de Huanuni Viejo calavera sortearía con éxito el desafío de “filmar la oscuridad” de las minas sin usar demasiada luz, como lo planteó su director Kiro Russo en el conversatorio con el público del 23° Festival Internacional de Cine de Valdivia.

Dando protagonismo a una estética y pictórica fotografía, la escena exhibida en el Bafici mostraba a un grupo de mineros que en plena noche se desplegaba con linternas para iluminar el accidentado terreno del Altiplano y buscar al desaparecido Juan -padre del protagonista del filme, Elder Mamani-, cuya vieja madre no se conforma con la muerte que finalmente encontraría su hijo minero. Después sabríamos por el director de fotografía de Viejo calavera, Pablo Paniagua, que en dicha escena lograron la dosis justa de luz en la oscuridad gracias a que filmaron con la iluminación natural de la luna llena y que debieron esperar horas hasta que el cielo se despejara para lograrlo.

El reto de hacer una película casi sin iluminación dio a Paniagua la libertad de un pintor que, en vez de llenar con color un lienzo en blanco, debía sacar de un fondo negro (la oscuridad de la mina) algo que se viera, según él mismo comentó. En su primera experiencia de fotografía en cine, Paniagua echó mano de un par de sencillas técnicas para iluminar sin saturar: usó luces más duras en los cascos de los mineros y dos luces led portátiles que funcionaban a batería, además de cámaras más sensibles en la oscuridad.

Si la luz fue clave para, paradojalmente, graficar la oscuridad en que trabajan los mineros, el sonido jugó un importante papel al ilustrar la aspereza y el chirrío de las máquinas con las que se extrae el mineral. El silencio de las profundidades de la tierra es interrumpido por el ruido de los fierros de los equipos usados en mediana minería y por la vibración de la tierra, que respira, emite gases y concentra agua a subterráneos 30 metros.

Los gritos de la anciana madre buscando a su hijo, llamándolo “wawitay, wawitay” como si fuera un niño, luego su sollozo desesperado por su muerte, irrumpen en el callado Altiplano. Frente al cuerpo ya fallecido de Juan que otra mujer de la familia limpia con un trapo, la vieja madre se pregunta entre lamentos “¿con quién voy a hablar, con quién voy a comer?” Por la bondad del muerto es que su hermano Francisco se hará cargo de su sobrino Elder Mamani y lo pondrá a trabajar en la mina, comprándose los conflictos que el joven genera entre los mineros por su irresponsabilidad y abuso de la bebida, junto a la acusación de tráfico de influencias por haberlo incorporado a la empresa.

La apuesta del director Kiro Russo en Viejo calavera es transmitir la sensación que sienten los mineros de estar dentro de la mina, a decenas de kilómetros bajo tierra y casi en total oscuridad. Un cine sensorial en que pareciera que se puede oler la humedad, las bocas que mascan coca formando una bola que hincha la mejilla, la suciedad de los cuerpos esforzados que cada día bajan a la mina sin saber si volverán sanos y salvos a la superficie. Pero a Elder Mamani pareciera no importarle incluso su propia seguridad, al exponerse a los peligros de la mina con alcohol en el cuerpo y aun así salvarse de un accidente. Porque Mamani reniega de la cultura minera y no le importa perjudicar a su tío ni robarle plata a su anciana abuela para seguir bebiendo.

En co-producción con el Doha Film Institute en Qatar a través de su fondo de post producción,  tras su participación en el Marché du Film y el Producers Workshop del Festival de Cannes 2016, y su triunfo en el Buenos Aires Lab del Bafici en las categorías Desarrollo y Work in progress, la escena que avizoraba una particular manera de enfrentar la oscuridad salía a la luz como la primera película sobre la minería de Bolivia hecha por los propios bolivianos.

Organizados en Socavón Cine, colectivo boliviano que busca “contemplar nuestros contextos, nuestros lugares, nuestra gente”, el director, guionista, productor y sonidista, Kiro Russo; el director de fotografía, colorista y editor, Pablo Paniagua; y el guionista, productor y director, Gilmar González -todos presentes en Valdivia- pudieron por fin terminar la película que se presenta en la Competencia de Largometraje Internacional del festival. Socavón viene a enfrentar las dificultades de hacer cine en Bolivia, dada la falta de estructura cinematográfica.

En el afán de mostrar las historias de los habitantes de las localidades, Socavón también representa un modo de relación con las comunidades, que en el caso de Viejo calavera implicó un trabajo muy cercano con el Sindicato Mixto de Mineros de Huanuni al que pertenecen los personajes, que buscaban que la película fuera un reflejo de su cultura minera, su folclor, fiestas tradicionales y viajes recreacionales.

Viejo calavera encuentra su antecedente inmediato en Juku, un corto de 2011 en que los mismos realizadores se enfrentaron a los desafíos de iluminación, precariedad y dificultades de filmación que representa la minería subterránea de Huanuni. Las linternas y los focos de los cascos como herramientas para enfrentar la negritud de la mina, el chuzo y la picota para extraer precariamente el mineral, la mochila cargada de piedras, los mineros desapareciendo en el túnel hasta extinguirse su luz. Imágenes que se consolidan en Viejo calavera, y que vuelven sensorial la presencia permanente de la muerte rondando en las minas que da nombre a la película.

Marisol Aguila Bettancourt

Nota comentarista: 8/10

Título: Viejo calavera. Dirección: Kiro Russo. Guión: Kiro Russo, Gilmar Gonzáles. Fotografía: Pablo Paniagua. Sonido: Pepo Razzari, Kiro Russo. Elenco: Julio César Ticona “Tortus”, Narciso Choquecallata, Anastasia Daza, Rolando Patzi, Israel Hurtado. País: Bolivia. Año: 2016. Duración: 80 min.