Baby, el aprendiz del crimen: Las canciones que amamos

Edgar Wright ha logrado hacer un trabajo como director que, aún estando en el camino de ser un autor, instala ciertos códigos de imagen que se repiten de manera permanente en sus películas (Scott Pilgrim vs el Mundo y Hot Fuzz son ejemplo de ello). Hay algo frenético y arriesgado en las historias que cuenta, con un humor incisivo pero que no se pasa de listo. Las películas de Wright están justo en la media entre el cine juvenil y otro un poco más adulto, siempre cargado a la acción y al dinamismo de lo que entrega en pantalla.

En Baby, el aprendiz del crimen tenemos una primera vista de seis minutos, un clip que dio vuelta en las redes, que nos incorpora en el universo de su protagonista. El joven Baby (Ansel Elgort) es un conductor de automóvil con habilidades sorprendentes y problemas de audición que se ve obligado a trabajar para Doc (Kevin Spacey), un veterano experto en planificación que contrata distintos equipos para realizar asaltos.

La labor de Baby es exclusivamente conducir el vehículo, burlar las persecuciones policiales y hacerlo, para nuestro agrado, con chirridos de ruedas y saltos imposibles mientras escucha música de manera obsesiva en su ipod. Al mismo tiempo, el personaje debe enfrentar el cuidado de su padrastro -un hombre mayor que requiere asistencia para caminar y se comunica por lengua de señas- y la naciente amistad-relación amorosa con Debbie (Lily James), una joven mesera que parece perseguir los mismos sueños que él. En cada relación que se presenta, la música vincula cada acto, le da peso y nos permite entender la psicología de Baby. El mundo de Baby, la imagen que nos muestra, literalmente va cambiando dependiendo de la música.

Es precisamente esa música, la que brota de sus audífonos  y que le permite sortear el tinnitus del que es víctima, la que se convierte no sólo en la gran aliada de Baby, sino que también en marco de forma y fondo para este filme. La manera en la que nos acercamos a los pensamientos y obsesiones del personaje tienen que ver con su relación con la música y, desde ahí, en cómo él enfrenta al mundo. Hay un inteligente uso del plano secuencia en muchas de las escenas, porque para Baby la realidad no tiene respiro, la vida no para, el mundo sigue rodando. Las canciones que escuchamos son capaces de hilarse unas con otras significando el estado interno del protagonista con un doble propósito; mientras bloquea los efectos de su enfermedad, parece querer también bloquear los recuerdos de una infancia violenta e inestable. En la música que escucha, Baby se expresa como el resultado de su historia de vida, una que lo mantiene en este estado precario, de saber que está en un lugar al que no pertenece.

Esta forma de mostrar la imagen en correlación perfecta con su banda sonora no es algo nuevo. De hecho, Baby, el aprendiz del crimen se siente cerca del género del musical, porque cada escena -ya sea desde el automóvil que conduce el protagonista, hasta su deambular por las calles en busca de café- están coreografiadas y pensadas para que la imagen se potencie en sí misma al son de lo que escuchamos. Wright es muy consciente de eso, y es capaz de acelerar o ralentizar el ritmo de su filme en virtud de la música que nos muestra. Al contrario de lo que han estado haciendo buena parte de los blockbusters de este año, incorporando himnos generacionales en sus trailers para convocar al espectador, el director inglés tampoco juega al fan service. La música que escuchamos acá está más cercana al motown y al soul, canciones que evocan mucho del cine de gánsteres de los setentas, e incluso algo de lo que hizo Quentin Tarantino en sus inicios. La banda sonora es protagonista en la historia porque su especificidad permite que así lo sea; es música que camina por la cuerda floja del inconsciente colectivo, instalándose como algo nuevo y fresco aunque tenga más de treinta años. El director está jugando a lo retro, usando los códigos que el cine nos ha entregado -autos clásicos, restaurantes sesenteros, tocadiscos- pero dándole un timming que no podría aburrir al espectador más joven. 

baby-driver

Se advierte la forma en la que Wright genera su imaginería dándole una consistencia valórica y moral a las acciones de Baby  e incluso haciendo un juego de espejo entre el protagonista y Buddy (Jon Hamm), un asaltante que literalmente roba para vivir, sin más interés que ese. Ambos parecen proceder del mismo lugar, y resulta interesante el proceso por el cual cada uno va presentando características que posee el otro, en donde Buddy se expresa como una versión decadente del joven Baby, una visión a futuro de lo que puede ocurrir con él a la hora de seguir ese camino. Al mismo tiempo ambos se contraponen a lo que representa Bats (Jamie Foxx). Mientras los primeros entienden su trabajo de asaltantes como una forma de ganarse la vida, Bats está en búsqueda de la violencia por la violencia, algo que Baby no aprueba, aunque se ve en la obligación de adoptarla. Por lo mismo, el cine de acción que se convoca en la película tiene mayor relación con la espectacularidad de la imagen y la búsqueda de la sorpresa en el espectador que con la acción ultraviolenta y gratuita que presentan otras películas de este tipo. El personaje de Jamie Foxx no solo representa a ese mundo agresivo y vacío, sino que incluso parece encarnar todo el cine que valora a este tipo de personajes, criticándolo frontalmente.

Lo que nos está entregando Edgar Wright con su última película es un aporte a lo que hemos visto antes en términos de películas de acción. Personajes con motivación, cinematografía bien pensada, un guión que no tiene más pretensiones que las que se exhiben en la superficie y que logra su cometido con precisión y oficio. Wright logra entregarnos un filme donde nada está filmado de más, las decisiones de los personajes tienen fundamento y la música se muestra como columna vertebral en este filme en donde se vuelve a poner en relevancia la necesidad de hacer obras coherentes consigo mismas. Para poder lograr eso hay que saber qué es lo que se quiere mostrar, y al parecer, Edgar Wright lo tiene claro.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Baby Driver. Dirección: Edgar Wright. Guión: Edgar Wright. Fotografía: Bill Pope. Reparto: Ansel Elgort, Lily James, Jamie Foxx, Jon Hamm, Kevin Spacey, Eiza González, Jon Bernthal, Ben VanderMey, Thurman Sewell, Allison King, Lance Palmer, Keith Hudson, Patrick R. Walker, Hudson Meek, Troy Faruk. País: Reino Unido. Año: 2017. Duración: 115 min.