Isla Alien: Construcción de mitos y expansión del documental

Mientras en su anterior película el director plantea la pregunta sobre qué es el arte a partir de un hecho real, en Isla Alien instala la interrogante sobre la mitología y la conformación colectiva de las creencias, basándose en testimonios reales de los radioaficionados que por más de diez años establecieron comunicación durante todas las noches con enviados de la isla. Las preguntas que guiaron la investigación fueron: ¿por qué la gente cree esto? y ¿por qué hay gente que crea esto?, conformando un arco narrativo que va desde la ilusión y la esperanza hasta la confusión, decepción o la conformación de bandos entre los que creen y los que no.

Por más de veinte años, el director e investigador Cristóbal Valenzuela guardó en su entonces adolescente retina una edición del programa de televisión “Ovni” de 1999, conducido por el connotado periodista recientemente fallecido Patricio Bañados, que abordaba el enigma de la Isla de Friendship y el avistamiento de ovnis en 1984, en plena dictadura. La serie documental masificó el conocimiento del fenómeno, alimentando el mito y sus seguidores, y aumentando el número de personas que decían haber sido contactadas por mensajeros de la isla habitada por alienígenas al sur de Chiloé.

El relato del misterioso lugar en el archipiélago de Chonos en el sur austral, donde seres evolucionados curaban enfermedades a personas elegidas por sus características genéticas, fue el punto de partida de su investigación que derivó en el documental Isla Alien (2023), una de las mejores películas chilenas del año por su innovador tratamiento documental, su cuidada fotografía en blanco y negro y dirección de arte noir, así como su rigurosa investigación histórica. 

Junto al montajista y co-guionista Juan Eduardo Murillo, Valenzuela se dio a la tarea de investigar esta masiva creencia, siendo los avistamientos de ovnis en la década de los ‘80 -que dieron el puntapié inicial a la ufología nacional-, la primera de múltiples capas de una historia que tiene un extraordinario giro hacia el encubrimiento político y la culpa de un siniestro personaje.

En su ópera prima, Robar a Rodán (2017), Valenzuela ya había sorprendido al público con un documental sobre el robo de una escultura del escultor francés desde el Museo de Bellas Artes, por parte de un universitario que argumentó que se trataba de una acción de arte, convirtiéndose en una película de culto entre los cinéfilos nacionales. Valenzuela había expandido los límites del documental, al incluir recreaciones y musicalizar algunas escenas, lo que desde el purismo del cine de realidad se podía considerar fuera del género.

En Isla Alien se profundizan las recreaciones, con actores doblando las voces de los entrevistados, porque para Valenzuela el documental no tiene límites. La creatividad y flexibilidad, que puede dificultar su clasificación y para la distribución representa un riesgo, hacen de la segunda entrega de Valenzuela una obra fascinante y de una estética exquisita inspirada en las películas de ciencia ficción de los años '50. Se usaron archivos de filmes de la época liberados, que funcionan perfecta y fluidamente con el hermoso blanco y negro de la puesta en escena de la película en tamaño 4/3.

Para Robar a Rodin Valenzuela ya había investigado el cine negro, que en Isla Alien le permitión incorporar elementos del thriller, con tensión emocional y giros inesperados en la historia. En su segundo filme documental, se sumergió en las películas sci-fi de la primera década del siglo pasado, en blanco y negro y con burdos efectos especiales, que en plena Guerra Fría absorbieron el miedo al otro representado en los extraterrestres, que para Valenzuela eran intercambiables con los comunistas. Para Hollywood lo alienígena era, entonces, lo que había al otro lado de la cortina de hierro.

Otra de las innovaciones aplicadas por Valenzuela -que construye los guiones de sus películas a partir de sus investigaciones-, fue hacer las entrevistas a las y los radioaficionados a través de un sistema de interrotrón (mecanismo inventado por el documentalista norteamericano Errol Morris), en que en época pandémica los interrogados y el interrogador estaban en piezas separadas conectados por telepronters. A través de un vidrio espejo (tal como en interrogatorios policiales) Cristóbal podía estimular las reacciones de los entrevistados, poniendo en la cámara a la que ellos miraban fotos y videos. El resultado es el contacto directo con la mirada, como si los entrevistados miraran directamente al espectador.

Creación colectiva de creencias

Mientras en su anterior película el director plantea la pregunta sobre qué es el arte a partir de un hecho real, en Isla Alien instala la interrogante sobre la mitología y la conformación colectiva de las creencias, basándose en testimonios reales de los radioaficionados que por más de diez años establecieron comunicación durante todas las noches con enviados de la isla. Las preguntas que guiaron la investigación fueron: ¿por qué la gente cree esto? y ¿por qué hay gente que crea esto?, conformando un arco narrativo que va desde la ilusión y la esperanza hasta la confusión, decepción o la conformación de bandos entre los que creen y los que no.

De dichas conversaciones hay evidencia concreta en impresionantes grabaciones reales en cassettes que hicieron los radioaficionados, suponiendo que en el futuro no les iban a creer lo que estaban viviendo. Para que no queden dudas, Isla Alien no es un falso documental, sino que se basa en testimonios actuales y registros de audio de lo sucedido en los ochenta. En la película podemos escuchar los audios en que distintos personajes de Santiago van estableciendo una suerte de amistad con quien sería el enviado, contacto e intermediario con la isla, que les ofrecería llevarlos hasta ese lugar al que no necesitarían llevar nada (salvo su cepillo de dientes), porque allá encontrarían de todo. 

Varios matrimonios de oncemetristas (clasificación de acuerdo a los metros de las ondas de radio) de distintas estaciones de radioaficionados estaban decididos a visitar la isla, incluso si ello no incluía retorno, acaso honrados por haber sido los elegidos para vivir esa experiencia, supuestamente por su conformación genética. Pero la explosión del transbordador Challenger en 1986 y el aviso previo de que eso sucedería, truncó el viaje. 

El mito de Isla Friendship tiene una fuerte tradición oral, tal como la mitología chilota con la cual está imbricada (mitos y ovnis conviven en forma paralela en Chiloé), por lo que en Isla Alien se reconstruyen voces de los entrevistados en la actuación de los actores, lo que remite a los relatos orales tan propio de las creencias populares que se transmiten y transforman, justamente, por esa vía. Para Cristóbal Valenzuela, la mitología Friendship es un fenómeno radial, tal como los radioteatros.

Justamente el sonido era la especialidad de Ernesto de la Fuente, un personaje que se volvería clave en esta historia por ser el único que estuvo en Isla Friendship donde fue a curarse de un cáncer al pulmón. Trabajó como sonidista en los inicios de la televisión chilena, viajó por el mundo haciendo programas (de los cuales le habría gustado ser el conductor), en los ‘60 colaboró con "gringos" haciendo propaganda, vivió en Chiloé y luego en Freirina. La producción de la película logró una primera entrevista con él cuando estaba en un deteriorado estado de salud, lo que implicaba que debía descansar para seguir hablando por sus dificultades para respirar; cuando Valenzuela le iba a realizar la segunda para confrontarlo con el mito, vino el estallido, luego la pandemia y, finalmente, su muerte.

Valenzuela tuvo acceso a la autobiografía de Ernesto, donde incluso llegaba a señalar que había sido soldado en la guerra de Vietnam, calificándolo como un mitómano patológico, delirante, con intenciones de ser reconocido como un héroe, que se robaba historias de otras personas para hacerlas parecer como propias. La película, inicialmente centrada en el caso Friendship, va descubriendo la riqueza de un personaje extremadamente hábil y fascinante, cuya mente transformó la culpa por haber estado involucrado en desaparición de personas en una historia que apela a la esperanza de una mejor vida y a toda una construcción colectiva.

En las múltiples capas en que se puede descascarar Isla Alien, también están analizados los medios de comunicación que en plena dictadura se constituyeron como medios de control, generaron cortinas de humo para no poner la atención de la agenda en la represión, aportando definitivamente a la generación de mitos, como fue por ejemplo la aparición de la Virgen de Villa Alemana o las reacciones de la gente (incluidas como archivos de prensa de la época) al atentado de Pinochet en 1986, que señalaban ver a una virgen en una foto que lo habría salvado de la muerte.

Las imágenes de archivo al iniciar la película de icónicos programas televisivos como “Sábados Gigantes” (que estábamos obligados a ver cada fin de semana, a falta de alternativas de programación) o “El festival de la una” con el recientemente fallecido Enrique Maluenda, nos dan las primeras pistas del recorrido que vamos a emprender en este fascinante documental sobre un caso que sigue dividiendo a ufólogos, a los chilotes y sureños, y a los entrevistados, varios de los cuales siguen confundidos sobre la veracidad del mito, incluso después de ver esta imperdible película chilena.