Informe FEMCINE 9: Cine de autora

El cine argentino de mujeres encuentra en Femcine un espacio privilegiado de exhibición que hace posible que las espectadoras chilenas (y también los hombres que asisten al festival) se pongan en contacto con un cine hecho por mujeres, con un marcado sello de perspectiva de género y autoral. Si en la versión anterior de Femcine, la directora argentina Anahí Berreri exploró el cuerpo de una mujer -en tanto trabajadora sexual y madre, a la vez- con Alanis, en la novena edición del festival la provocación estuvo a cargo de la realizadora trasandina Mónica Lairana con La cama, en la que muestra sin tapujos a una pareja madura que intenta hacer el amor a modo de despedida.

Aunque es una ficción, el filme tiene algo de biográfico porque cuando Lairana se separó, luego de algunos años de estar casada, se preguntó cómo sería divorciarse después de 30 ó 40 años juntos; cuántos recuerdos, separar las cosas que dejaron de ser de ambos, cuerpos acostumbrados el uno al otro, una casa en común que había que desarmar y un nuevo proyecto individual que desafiar.

Entonces surgió la idea de esta historia de desamor (aunque de cariño) entre un hombre y una mujer ya mayores que pasan el último momento juntos antes de separarse. Ambos permanecen buena parte de la película desnudos, con la realidad honesta del paso de los años marcada en la piel y en la sexualidad entrada la tercera edad.

Tal vez porque es actriz de origen, la directora argentina logró generar las condiciones para que los actores que interpretan a esta pareja madura que tiene un último momento de intimidad antes de vender su casa después de toda una vida juntos, hayan logrado representar estos cuerpos desnudos de manera muy natural, cercanos entre ellos, expresándose en el cotidiano y, sobre todo, profundamente reales. 

Como desde la actuación Mónica Lairana había constatado la brecha de poder entre directores, productores y actores, desde su rol de directora quiso contrarrestarla presentándole su proyecto cinematográfico al actor y la actriz que intepretarían al sexagenario Jorge y a los cuatro años menor Mabel, para que fueran ellos los que decidieran si querían ser parte de una película centrada en sus cuerpos sin ropa. Para ir generando lazos de confianza entre ellos, los actores tuvieron una semana de entrenamiento físico para que fueran sintiéndose más cercanos y cómodos. La semana siguiente antes de filmar, ensayaron las escenas más íntimas, aplicaron un recorrido coreográfico y practicaron las tomas de su actuación.

Lairana se propuso que la casa y los objetos fueran el tercer personaje de la película y que recorrerla a través de la cámara fuera parte del recorrido emocional de los protagonistas, que pasan de la negación de la separación, al dolor, el cariño o la angustia en un permanente vaivén. El diseño sonoro contribuye a que la casa parezca viva y casi respire, a través del ruido del ventilador, el refrigerador o el aire acondicionado, los que se vuelven propios del habitar un lugar y a los que se extrañará luego de la partida. Asimismo, según explicó la directora en su conversación con el público, los planos generales de La cama buscaban generar una sensación de estar espiando la intimidad de la pareja, a través del espacio que deja una puerta entreabierta, una reja o el reflejo de un espejo.

El-Silencio-Es-Un-Cuerpo-Que-Cae

El resultado de la ópera prima de Lairana (que anteriormente había hecho cortos con la misma temática del desnudo) es emocionalmente conmovedor, al igual que la obra de la joven directora y guionista cordobesa Agustina Comedi con su documental El silencio es un cuerpo que cae, que ha tenido un importante recorrido por festivales internacionales y con el que ha completado varios meses en cartelera en el país trasandino.

Comedi construye un ensayo documental autobiográfico muy íntimo sobre su padre muerto cuando ella tenía 12 años de edad, a partir del found footage de videos que él grabó desde que ella nació y hasta que murió al caerse de un caballo con la cámara Panasonic en la mano. El ejercicio de rescatar el material de archivos familiares que ella encontró en su propia casa, la enfrentó al descubrimiento de la orientación sexual de su padre a medida que fue haciendo entrevistas a su entorno, el cual Comedi expone valientemente en el documental, eso sí excluyendo deliberadamente a Monona, su madre, que no sabía del pasado de Jaime antes de casarse con él.

La historia que cuenta Comedi adquiere un cariz político cuando cruza la oculta orientación sexual de su padre con su militancia en la vanguardia comunista en Córdoba en los años setenta, cuestionando la discriminación que sufría la comunidad LGBTI al interior del propio movimiento de izquierda y la tortura del aparato represivo dictatorial, durante los inicios de la epidemia del sida y sus entonces desconocidas implicancias.

 

Memoria de mujeres

torrededoncellas

Un poco más arriba en el mapa sudamericano, la directora brasileña con 10 películas a su haber dedicadas principalmente a las mujeres, Susanna Lira -que fue la invitada principal de la novena edición de Femcine y a la que pudimos entrevistar para El Agente Cine-, inauguró su retrospectiva en el festival con su última película, el documental La torre de las doncellas, sobre las torturas recibidas por mujeres revolucionarias en la dictadura de los sesenta -entre ellas la ex Presidenta Dilma Rousseff- que se estrenará en mayo en el Brasil gobernado por Bolsonaro (coincidentemente de paso por Santiago cuando se realizó el Femcine).

Apelando a la memoria emotiva de las ex presas políticas que estaban privadas de libertad en el ala de la prisión de Tiradentes dedicada a las mujeres a la que, irónicamente, llamaban la “torre de doncellas”, Lira construyó una réplica de la ya inexistente construcción, en la cual las mujeres volvieron a reunirse y a recordar con dolor, y también con esperanza, su estadía en esa cárcel. Los cuerpos de las mujeres volvieron a moverse en esos espacios reconstruidos y pudieron revivir sensaciones y hablar por primera vez de las torturas de las que nunca habían hablado, después de años de silencio.

En Mi cuerpo es más (2018), la directora brasileña indaga en el exigido cuerpo de las mujeres a través de los testimonios de mujeres gordas que han sufrido la discriminación, la burla y la misoginia de un sistema que las violenta por no responder a los cánones actuales de belleza. En Mataron a nuestros hijos (2016), Susanna Lira sigue la lucha por lograr la justicia de madres de jóvenes afrodescendientes habitantes de favelas que fueron asesinados por la policía en una masacre en Río de Janeiro, que terminó con la vida de casi 600 personas como venganza por un motín carcelario.

También habla de la cárcel la ficción de la brasileña Lucia Murat Placa Paris (2017), en la que se encuentra el hermano de una joven afrodescendiente que vive en los cerros favelados, la cual comienza a atenderse terapeúticamente en un proyecto social con una psicóloga que, a medida que avanza el tratamiento, empieza a tener miedo de ella y de su entorno. A juicio de esta directora con una vasta trayectoria, Placa Paris es una película que da cuenta del “miedo al otro” que se percibía en la sociedad brasileña hace un par de años y que hizo posible que se instalara un gobierno como el de Bolsonaro.

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El miedo es el sentimiento que se percibe y casi se respira en el documental de la directora ruso/holandesa Aliona Van Der Horst, Love is Potatoes, que con una sombría y fría atmósfera resultó el merecido ganador de la Competencia Internacional de Largometrajes de Femcine 9. Cuando la realizadora recibe de herencia materna apenas seis metros cuadrados de una casa en la Rusia rural, vuelve al seno familiar indagando en la historia de su madre y de sus hermanas que sufrieron el terror de la era estalinista que obligó a las familias campesinas a entregar toda su producción de alimentos al Estado soviético, produciéndose una mortífera hambruna en que encontrar una papa para poder comer se convirtió en la mayor expresión del amor a la que podían aspirar en esos oscuros y pavorosos tiempos.