Informe V AricaDoc (5): ¿Qué hago en este mundo tan visual?: Navegando por zonas oscuras

¿Qué hago en este mundo tan visual? muestra en su nombre el tono de una composición blusera, con imágenes que muestran a Zezé Fassmor, durante el viaje para llegar a las Cataratas del Iguazú, junto a Embalse. El lugar se presenta como locación de la producción cuya premisa es algo así como “cumplamos un deseo juntos”, y que tiene, por lo tanto, dos lados: en uno está el empeño de Embalse de acompañar a Zezé y registrar sus actividades y testimonios de vida, y en el otro, el protagonista expresa sus dos anhelos, el primero y más distante, es volver a ver algún día antes de morir. El segundo está relacionado con comprobar una idea: que su experiencia perceptiva como persona (casi) no vidente es similar a la de estar en la parte interna de un manantial. 

Estrenada en Chile, Perú y Bolivia a través del Festival AricaDoc 2021, el filme es por sí mismo un gesto de reconocimiento a los afectos de una persona que no suele aparecer en nuestros medios de comunicación masivos. Uno de sus rasgos visuales más atrayentes es la exploración de la oscuridad que se registra en ciertos planos y fragmentos, un ejercicio audiovisual que, junto al uso del sonido, hace recordar a la atmósfera de subjetivación en Visión nocturna (Carolina Moscoso, 2019). El protagonista, Zezé Fassmor, en la realidad es alguien que vive una vida de actividades relacionadas con el arte, la actuación y el baile, se presenta a sí mismo en Instagram como un ciego multidisciplinario. A través este documental colaborativo encuentra la forma de compartir su mirada surrealista, enigmática, y su ser poético.

Es cine documental, de aquel que intenta visibilizar lo invisible en espacios íntimos a través de procedimientos performáticos. Las similitudes con el “discurso indirecto libre”, que Pier Paolo Pasolini investigó de la teoría literaria y la adaptó a la técnica del arte cinematográfico, se sitúan básicamente en la forma en que Manuel Embalse le cede a Fassmor el uso de la cámara para que registre su propio monólogo, en el cual reflexiona y habla de su propia condición humana entre la vida y la muerte. El discurso de Zezé resulta familiar al que ocurre en Matthew’s law, de Marc Schmidt (2012), ambos tienen en común que fueron producidos dentro de una relación de amistad previa entre los directores y protagonistas, y que consiguen poner en imagen encuentros intersubjetivos que surgen del interés por producir un conocimiento aparentemente genuino, mediante procesos en que la cámara es prestada al actor para que hable libremente. La colaboración en este tipo documental nos permite a los espectadores acercarnos a otras formas de vida y comunidad, un interés que es al mismo tiempo compartido por los protagonistas, realizadores y espectadores. 

¿Qué hago en este mundo tan visual? muestra en su nombre el tono de una composición blusera, con imágenes que muestran a Zezé Fassmor, durante el viaje para llegar a las Cataratas del Iguazú, junto a Embalse. El lugar se presenta como locación de la producción cuya premisa es algo así como “cumplamos un deseo juntos”, y que tiene, por lo tanto, dos lados: en uno está el empeño de Embalse de acompañar a Zezé y registrar sus actividades y testimonios de vida, y en el otro, el protagonista expresa sus dos anhelos, el primero y más distante, es volver a ver algún día antes de morir. El segundo está relacionado con comprobar una idea: que su experiencia perceptiva como persona (casi) no vidente es similar a la de estar en la parte interna de un manantial. 

La relación que Zezé tiene con la tecnología supera los bordes de lo asistencial, de ella obtiene la información necesaria para bucear en su vida diaria y, además, gracias a ella logra materializar su propia mirada. Su celular es una extensión de sus sentidos al igual que su bastón y su cámara fotográfica. Interactúa con Siri, la inteligencia artificial de Apple, como si fuera su auxiliar personal, además, afirma su confianza en el futuro y el avance científico de la medicina para curar la ceguera. Su yo expresivo y su entorno interactúan en gran medida a través de dispositivos y espacios virtuales, el cine, sin ir más lejos, es uno de ellos; la seguridad que transmite a través de estas herramientas es similar a un optimismo que lo ayuda a mantener su punto de vista, en ese sentido, la ceguera está expresada no como una carencia, sino como un valor poco aprovechado en este mundo capitalista. De este modo, cuando Zezé habla es como si estuviera liberando algo común a todos quienes lo escuchamos, es como si ocurriera una animación retórica indirecta, que desde la mirada del espectador es indeterminada e inestable, sin embargo, el montaje de estas escenas logra captar un movimiento similar a abrir un pasaje, o quizás es una experiencia de transición. Como sea, Fassmor describe una imagen mental que se construye continuamente y con ella alcanza un estado de suspensión al margen de lo social, según palabras de Zezé es la sensación de estar en una “ola cálida nutriente, tranquilizadora que no rompía jamás.”

“Pienso en la ceguera como algo acuático, en la ceguera de los ríos. A partir de la mitología griega empecé a darme cuenta que las situaciones que iba a travesando eran como estar en un mismo camino que sería fluvial; como dice Heráclito, ‘uno no se baña en el mismo río dos veces’, y uno va atravesando diferentes caminos, diferentes situaciones, aceptaciones y adaptaciones”. En la secuencia donde se escucha este comentario, que Zezé pronuncia con ritmo pausado, durante una noche de insomnio, se combina su propia explicación oral de las aguas del infierno de La divina comedia, con una puesta en escena que pareciera estar buscando identificar a la vida del protagonista, mediante un montaje en la penumbra, con un plano de la ventana que mira hacia el exterior del dormitorio del protagonista, mientras el sonido del viento cargado de humedad aparece como un zumbido que nos lleva, cual pasadizo imaginario, a evocar un plano que muestra, apenas, el perfil de un sujeto parado que navega de noche por un río, guiado por sus sentimientos y sensaciones. 

La escena recién descrita, y otras donde la sonoridad y lo líquido son materialidades de reflexión para Zezé, parecen dar pistas a la cuestión de qué hacer en este mundo tan visual, y nos presenta una idea de cómo sería vivir en un mundo más sonoro y sensorial, o sin la continua afectación que nos provoca la saturación de imágenes en el medio actual que vivimos, en definitiva, cómo sería ver desde el interior de una cascada. En esa posición, cierta información aparecería a través de vibraciones, como los audios de Siri, que da cuenta de indicios que constituyen una imagen tal vez perdida. Lo audible y lo táctil compartirían dominios con lo visual, cosa que quizás produciría un nuevo giro teórico, de lo visual a lo multisensorial, cuyo programa cuestionaría nuevamente el régimen de lo visual como objetos exteriores y dispuestos a ser poseídos por el ser humano y, al mismo tiempo, entregaría espacio para que los seres humanos recibamos estímulos más allá de los establecidos por el mundo material y la historia contemporánea, estímulos inarticulados aún, pero que de igual forma serían absorbidos por nuestros cuerpos sensibles y permeables. 

Ese horizonte de resensorialización del ser humano parece un espejismo cuando es puesto en paralelo a la vida actual, así como para el protagonista de esta película deben ser cada día más abstractas las partículas de luz, sin embargo, la mirada de Fassmor y la nuestra pueden estar en la misma sintonía cuando se encuentran tomando el pulso al interior, dando cuenta que nuestros ritmos de vida nos permiten visibilizar nuestros verdaderos valores y gustos, y decir “simplemente sé que afuera es otro tiempo distinto al mío”.