Recomendaciones Festival de Cine UC

Felipe Blanco, programador del Festival Cine UC y colaborador de El Agente nos recomienda estas películas de la sección preestrenos y adelantos.

Hay cierto pudor en las recomendaciones que hago en este texto por ser yo el programador del festival. Obviamente, no es posible ver todo lo que se exhibirá hasta el 10 de febrero, pero si tengo que elegir sólo algunas opto a ojos cerrados por estas:

 

Las Cosas Como Son, de Fernando Lavanderos. Chile.

La sensación de extrañeza de esta película parte del improbable encuentro entre el hosco administrador de una vieja casona en Providencia, una joven actriz noruega recién llegada a Chile y un adolescente de Quilicura en riesgo social. Es una idea de familia construida sobre los abismos culturales que separan a cada uno de sus tres personajes. En Las Cosas Como Son hay una muy sugerente construcción de personajes, diálogos durísimos y una mirada bastante desencantada sobre las posibilidades de redención de cada uno de ellos. Aunque le sobre obviedad en los alcances de su análisis social, la cinta es fascinante por su eclecticismo, sus detalles, su económica construcción y la cuidada observación de sus personajes.

 

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In Another Country, de Hong Sang Soo. Corea del Sur.

Más allá de cualquier consideración intelectual o autorreferencial, el placer de las cintas de Hong Sang Soo proviene de su simpleza y calidez, de la energía que emerge de la conducta de sus personajes. Claro, junto con todo eso está la referencia permanente a la actividad cinematográfica y, más exactamente, al oficio de director, la búsqueda de temas y de experiencias de vida. Desde cierto punto de vista, lo que Hong Sang Soo registra es precisamente la experiencia vital y afectiva de la que se nutre el cine. Ella es moldeada como materia prima con la que Sang Soo construye una poética de la afectividad que amplifica su fragilidad a través de las reiteraciones, reinvenciones y juegos narrativos con los que el realizador somete a su material y a sus personajes.

 

Érase una vez en Anatolia de Nuri Bilge Ceylan. Turquía.

Nuri Bilge Ceylan es –probablemente con Sokurov- el cineasta que más se ha influido por la estética de Andrei Tarkovsky. Ya en Lejano (2002), pero también en las posteriores Climas y Tres Monos (2008) amplifica su aproximación sobre la culpa y el castigo y se ampara en el prodigioso retrato visual de su país porque su cine es un territorio donde coexiste y se enfrentan lo natural y lo urbano, el pasado ancestral y la modernidad occidental. Érase una vez en Anatolia (2011) registra la búsqueda lenta y burocrática de un cadáver a lo largo de una noche y parte del día siguiente. Como en Stalker, película a la que remite constantemente, es también la confrontación, en medio de las pesquisas, de visiones de mundo antagónicas: la de un fiscal, la del jefe de la policía y la de un médico, incluido casi a regañadientes en la investigación policial.

 

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Viola, de Matías Piñeiro. Argentina.

La originalidad del mundo narrativo de Matías Piñeiro no está particularmente en la fuente teatral desde se nutren sus últimas películas, sino en la capacidad de construir con ese referente dramático un universo cinematográfico exuberante y con leyes propias. Luego de su debut con Todos Mienten (2009), Piñeiro comenzó a establecer puentes directos con la escena teatral en general –y específicamente con la obra de Shakespeare- para reciclar la naturaleza del texto y utilizar su literalidad como pivote para la invención de nuevas transiciones narrativas. Rosalinda (2010), mediometraje realizado en el marco del Festival Internacional de Cine de Jeonju y, ahora, Viola (2012), se alimentan dramáticamente de esa tensión entre la expresividad intensa del recitado teatral y la capacidad atmosférica de la imagen fílmica. En Viola, los cambios de identidad y el distanciamiento a través de la actuación parecen transfigurar la historia y concretamente, su objetividad. Desde ese punto de vista, el cine de Matías Piñeiro es en gran medida, no obstante la pesadez intelectual de sus referentes, una experiencia fascinantemente sensorial.

 

La Última Vez Que Vi Macao, de João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata. Portugal.

Su éxito en festivales como IDFA da cuenta de esta cinta como un documental. Para mí, y mi debilidad por el cine negro, es una de las películas más fascinantes de este género, entre otras cosas porque lleva al extremo esa premisa de Truffaut que consiste en hacer que los diálogos cuenten una historia y las imágenes, otra. A partir de su anécdota casi modélica –un hombre regresa a Macao, ex colonia portuguesa, para salvar a un viejo amor- se teje una declaración fascinante sobre el género criminal que tiene muy cerca a La Dama de Shanghai (1947). En otra zona, la película se acerca al homenaje multireferencial similar a Los Angeles Plays Itself (2003), de Thom Andersen, donde la exposición cuidadosa de imágenes arquitectónicas constituye un registro paralelo, una metonimia de la anécdota central que parece filmada con cierto desfase y que proyecta el alcance de estas imágenes como el calidoscopio donde se construye la memoria cinematográfica.

 

El Otro Día, de Ignacio Agüero. Chile.

El Otro Día (2012) debe ser el más íntimo, espontáneo y libre ejercicio de autoridad cinematográfica de Ignacio Agüero, a estas alturas uno de los más importantes cineastas chilenos en las últimas cuatro décadas. El Otro Día indaga en temas recurrentes en la filmografía del autor. Desde luego está la recuperación de la memoria –en este la memoria individual del ciudadano anónimo- pero también la memoria familiar. Y no es el único. La presencia y la voz en off de director le dan a la narración un matiz confesional que profundiza ese sentido territorial de la memoria sobre el que se ha construido la obra del director, desde No Olvidar (1982), su primera cinta. Esta película, que también es un tributo al ciudadano común, prolonga las consideraciones físicas ya expuestas en Aquí se Construye (1977) al punto que bien podría ser ésta una secuela.